VIII Phoebe

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Phoebe

Estamos cayendo, luego de que Max pisara un pedazo de losa que estaba suelta, la misma se precipitó con nosotros detrás. Despierto después de unos diez minutos. O eso creo. Me reviso los brazos y las piernas. Salimos ilesos, solo con pequeños raspones, al menos eso pienso antes de ver a Max.

Me levanto y tambaleo adolorida; una gran cortina de polvo nos rodea, incapaz de ver a lo lejos me acerco a Max qué aun yace en el suelo. Tiene una abertura considerable en la pierna derecha. Comienza a sangrar a borbotones e intento levantar a Scarleth para que me ayude pero aún sigue inconciente sobre un pedazo de lona azul.

—¡Max!. ¡Despierta! —intento reanimarlo para que me ayude también, ya que es muy pesado para que yo lo levante sola. Después de unos minutos por fin abre sus ojos y me mira extrañado, me da un vistazo y luego a su alrededor.

—¿Dónde estamos? —pregunta intentando levantarse.

—Caímos como dos metros, luego de que se desplomara aquella losa —digo señalando el piso de arriba—. Tenemos suerte de estar con vida.

Veo su pierna y como si se trataran de pequeñas telerañas, cruzandose entre si, la abertura empezó a unirse lentamente. Abrí mis ojos como plato y lo sacudí para que viera lo que estaba pasando.

—¡Joder!. ¿Qué es esto? —exclama tratando de levantarse.

La herida terminó de cerrarse y solo quedó la mancha de sangre en su muslo, una pequeña marca que muestra el lugar donde estaba situado el corte. Con la mirada puesta en su pierna, sin poder movernos, nos quedamos paralizados unos minutos.

—¿Pero qué demonios? —soltó Max sacandonos de nuestro estupor y despertando asi a Scarleth. Se arrastró hacia atrás chocando con una pared. Sin duda esto ya superaba nuestras mentes. Estábamos en shock.

Oímos crujidos en el piso de arriba que amenazaba tambien con venirse abajo pronto. Busco a mi alrededor alguna salida, puedo ver entre el polvo que se levanta, al final de un túnel hay una luz, supongo que es una salida o al menos es un sitio más seguro.

—¡Allá! —les grito—. ¡Al fondo de aquel túnel!. ¡Rápido!.

Ambos se ponen de pie de inmediato, Max renquea un poco, pero hace su mayor esfuerzo y corremos hasta el túnel, poco después escuchamos un sonido ensordecedor. El pedazo de la losa que aún colgaba acaba de derrumbarse y con ella una gran oleada de aire con millones de partículas de polvo que amenazan con ahogarnos en aquel túnel.

Nos cubrimos la nariz con nuestra ropa e intentamos salir pronto de ese lugar. Max va al frente, detrás le sigue Scarleth y yo estoy al final. Scarleth se cae y la tomo del brazo derecho para ayudarla a levantarse.

—¿Estas bien? —pregunto agitada.

—Si. No es nada —responde jadeante mientras corremos para alcanzar a Max.

Sofocados por el polvo que nos cubre, llegamos a una puerta blanca, que está en el mismo sitio donde vi antes aquella luz, pero está cerrada.

Justo donde estábamos hace un par de minutos y donde cayó la losa se ve un poco el reflejo de la luna, que ilumina los escombros que quedan del piso de arriba.

Logro ver una figura negra que está descendiendo por el hoyo que se formó y me recorre un sentimiento de angustia. Lo que me temía. Es aquella silueta oscura la que está bajando lentamente, su cuerpo me da escalofríos, ahora que esta a la luz de la luna y a pesar de mi distancia se nota que la cara esta desfigurada y no tiene forma humana.

—¡Carajo!. Chicos tenemos que salir de aquí —grito al tiempo que ambos miran hacia la losa caída y se dan cuenta de lo que les hablo.

—La jodida puerta está cerrada —suelta frustrado—. Vengan vamos a seguir por este corredor —nos grita Max desde un pasillo lleno de lucesitas amarillas que titilan dandonos la impresión de apagarse en cualquier momento. Ahora las cosas han perdido su color como esa vez en el funeral de mamá. Corremos y llegamos al final del pasillo.

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