II Phoebe

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Phoebe

La mañana ha pasado muy lenta y la nueva información me cae como un torrencial aguacero de invierno. Las clases no han sido tan malas como pensaba, logré asistir a todas sin ningún contratiempo.

Lo que si me extraña es que no he visto a mamá por ninguna parte, dijo que al receso me buscaría, no sin antes dejarme un mensaje de texto, el cual no ha llegado aún y el receso ya fue hace unas dos horas. No quiero pensar lo peor y me imagino que mamá tiene mucho trabajo y por eso olvido comer conmigo. Algo que es casi imposible pues prometió hacerlo, pero pienso que debe tener sus razones.

El timbre suena y una multitud se abalanza contra la puerta de salida, como una gran estampida de zebras, debido a sus uniformes blanco y negro, —que solemos usar los lunes, los otros días de la semana vestimos de civil, algo que no me cae mal—. Espero a que se disipe el pequeño caos por salir rápido del Instituto. Cuando cruzo la puerta siento una vibracion en la mochila, saco el celular y veo un nuevo mensaje de texto. Al leer lo que dice me quedo totalmente paralizada y un escalofrío recorre todo mi cuerpo a pesar del fogaje del mediodía.

Te espero en casa, algo grave ha ocurrido.

Janeth—.

¿La tía Janeth? Hace años que no la veo.

Mamá me dio algo de dinero antes de salir de casa, así que abandono el instituto a toda prisa, casi chocando con varios alumnos que estaban en medio de las escaleras, subo a un taxi, le pido que me lleve lo más pronto posible a casa, dándole la dirección un poco alterada.

Al pasar por varias calles cerca de casa, puedo ver autos de la policía ir detrás de nosotros. Nos rebasan y se acercan a la avenida en donde vivo, empiezo a alterarme y mi respiración comienza a acelerarse a medida que nos acercamos. Casi llegando puedo ver varias patrullas de oficiales estacionadas fuera de la casa. Siento que mi corazón podría explotar en cualquier momento. Le pago al taxista y salgo corriendo, ignorando a los oficiales que me siguen, pidiendo que no me acerque al área.

—¡Señorita no puede estar aquí deténgase! —grita uno de los oficiales.

Al llegar a la puerta veo a una mujer tan alta como mamá, pero ésta no lleva el pelo tan largo, ni tan oscuro como el de ella. La misma se gira hacia mi y a los oficiales que me siguen.

—Tranquilos ella está conmigo —dice con una voz suave pero temblorosa, que de alguna manera trata de ocultar algo—. Es mi sobrina.

La sigo mirando fijamente estudiando su rostro tan parecido al de mamá. Balbuceo un poco.

—¿Ti-tía Janeth? —tropiezo con las palabras.

—Si querida, Phoebe. Soy yo —se acerca, me dedica un sonrisa tenue qué poco a poco se desfigura y se convierte en una pared qué intenta bloquear las lágrimas, para evitarlo me toma en sus brazos.

La forma en que se acerca y por toda la escena, hace que me tema lo peor.

—¿Y mamá? —pregunto casi gritando—. ¿Dónde está?.

Me toma de la mano y luego me hace caminar hasta dentro de la casa, nos sentamos en el sofá.

—Querida debes ser muy fuerte para lo que voy decirte—, su tono ya no es tan suave como antes, ahora la siento más preocupada y llena de temor.

—¿Es mamá? ¿Que le pasó? Quiero verla —espeto.

Me mira como si intentará buscar las palabras adecuadas para mis oídos.

—Elizabeth ya no está con nosotros, querida... —se detiene un segundo nerviosa, estremece sus muñecas y continúa—. Han encontrado su auto destrozado, con ella dentro con fuertes golpes en todo el cuerpo, en medio de la calle a las afueras de Northville en horas de la madrugada. Los oficiales creen que podría tratarse de una especie de suicidio. Creen que acelero a más de ciento cincuenta y se tiro a un costado donde se encontraba un puente, cayendo así y perdiendo la vida.

Mis ojos se abren como plato al escuchar lo que dice, intento asimilar cada una de sus palabras, me pongo de pie e intento subir las escaleras, a la mitad de los escalones comienzo a gritar.

—No. No puede ser, ella estaba conmigo en la madrugada, estuvo conmigo aquí en la cocina —me acerco a los escalones más altos y vuelvo a gritar esperando respuesta—. ¡Mamá!. ¡Ya llege a casa! ¿Dónde estas? —ahogo un chillido.

—Cariño debes calmarte —la tía Janeth me toma del brazo, con un poco de esfuerzo me atrae hasta ella y yo me tiro al suelo, mis piernas me fallan, sintiéndome desvanecer, mi frente toca la madera del piso y lágrimas brotan de inmediato corriendo parte del maquillaje, entre sollozos balbuceo.

—No puede ser verdad. Ella no está... —me pauso incapaz de siquiera decir aquellas palabras tan desgarradoras—. Ella sería incapaz de suicidarse. Teníamos planes. Están mintiendo. Como van a.....

—Cuanto lo siento cariño —dice interrumpiendome tomandome por los brazos.

Me levanta del suelo y aún cuando me ahogo en llanto ella me sirve una taza de té y me da una píldora para calmarme.

—Phoebe, hay algo más que debes saber —me mira otra vez con sus ojos grices, más preocupada—. Vinieron a la casa unos tipos en un auto negro, según cuentan los vecinos y al revisar las cintas de la cámara de la sala y la entrada, los oficiales vieron que si es cierto.

—¿Qué? ¿Pero que estaban... —Yo misma me detengo y comienzo a recordar a los tipos de la casa de la señora Victoria, acaso ellos...—. ¿Tía ellos estaban...

No me deja terminar la pregunta cuando me sigue contando.

—Parece que buscaban algo... —se detiene por unos segundos, suspira y continúa—. O a alguien.

Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que la casa esta hecha un desastre, no lo había notado al entrar, los muebles están tirados, los papeles del despacho de mamá están todos por el suelo.

—¿Pero a quién? —logro preguntar.

—Eso es lo que los oficiales están investigando, tienen sospechas que de alguna manera esto tiene que ver con... —se detiene para elegir bien sus palabras—. El caso de Elizabeth. ¿A que hora dices que ella estaba contigo? —me pregunta en un susurro mirando de reojo a los oficiales en la puerta.

—Eran como las tres y media de la madrugada —musito. Dirigiendo mi vista hacia donde lo hace mi tía. Uno de los oficiales, de los que trató de detenerme al entrar está mirándonos muy fijo. No me da buena espina.

—Según el informe de los oficiales el hecho sucedió a eso de las cuatro y media de la madrugada —continuó ella murmurando, evitando que los uniformados la escuchen—. Aún están investigando. Todo esto es muy delicado y hasta no saber qué sucedió con certeza con Elizabeth, creo que es mejor que vengas conmigo.

Cierro los ojos muy fuerte, me siento débil, intento pronunciar algunas palabras, pero solo alcanzo a balbucear cosas incomprensibles. Lo último que recuerdo es a la tía Janeth acercarse y con el teléfono en el oído pedir una ambulancia, luego siento como poco a poco me desvanezco.

Oscuridad... Otra vez.

SiluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora