4: Tu tienes el poder

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La noche transcurre más a mena y no porque la tensión entre Romane y yo haya desaparecido o porque ella haya accedido a darme una oportunidad, si no más bien por el alcohol que corre por mis venas.

Samady y Tania han intentado bajarme mi infesta de alcohol cuando Don Franco anunciado que en unos minutos hará la entrega de la empresa a su hija. No puedo evitar que todo me de risa, aunque una parte de mí este lucida y entiendo que estoy haciendo el ridículo, no puedo parar de reírme. La gente a mi alrededor no me pone mucha atención, pero sé que cuando todos se callen voy hacer el ridículo.

—Romina tomate el agua. —Tania acerca el vaso de agua a mis labios. Me niego.

—Pipi —digo riéndome mientras cruzo las piernas.

—Tomate el agua y te llevaremos al baño.

—No. Pipi. Ahora.

—Vamos —me toman de los brazos. Ellas caminan y yo me dejo llevar.

Entro al baño cerrando torpemente con el seguro. Me rio cuando casi caigo al suelo al intentar sentarme. A flojo mi vejiga y tengo que mirar entre mis piernas para asegurarme haberme bajado el panti. Mientras mi cuerpo saca toda el agua miro la puerta del baño, vuelvo a sonreír como tonta y saco el labial rojo de mi bolsa. Recordando los viejos tiempos de secundaria, escribo en la puerta. Cuando termino de hacerlo, miro lo que escribí.

—Romane —mi alegría alcohólica desaparece y me siento furiosa, enojada por que esa mujer me haya corrido mucho antes de empezar. Borro con la mano su nombre dejando manchada mi mano de labial rojo.

Unos gritos de sorpresa se escuchan en los lavabos.

—Romane —dice Samady.

—¿Dónde está Romina? —escucho su voz fría.

—¿Romina? —Tania toca mi puerta. —Es hora.

Respiro tratando de quitarme el coraje que tengo, pero no puedo. Una lagrima se resbala por mi mejilla y eso me hace enojar más, limpio mi mejilla con brusquedad tratando de borrar el rastro de la lagrima. Abro con fuerza la puerta haciéndola sonar con la pared. Tania y Samady se sobresaltan, pero no pido disculpas. Me limito a mirar a la mujer que apenas un par de horas de conocer ha hecho una revolución de sentimientos en mí, hasta hacerme llorar.

Romane me mira con prepotencia y no sé cómo la miro yo pero espero estarlo haciendo con coraje. Tania se pone detrás de Romane haciéndome señas de mi mejilla cuando entiendo lo que dice miro mi mano y veo que me limpie mi lagrima con la mano manchada de labial.

—Salgan de aquí. —no hay sarcasmo, ni fingida amabilidad en su voz. Realmente parece enojada.

—Vamos Romina —Tania me da su mano.

—No, ella se queda. —ordena sin dejar de verme —Váyanse.

—Pero...

—Tania te he dado una orden.

Le asiento a Tania para que se vaya. Samady se limita a mirar a Romane.

—Ten cuidado con lo que haces Romane —aunque estoy enojada y borracha no se me pasa desapercibida la advertencia de Samady.

—Fuera.

No bajo la guardia mirando a mi jefa, escucho los tacones de ellas al alejarse hasta que el cuchicheo de allá a fuera es lo único que se oye.

—¿Qué? ¿Vas a correrme? —me sorprendo por mi valentía, pero no me detengo —a no, pero sí ya lo hiciste.

Camina hacia a mí y por instinto doy unos pasos atrás, pero mis pies se enredan entre sí haciéndome tropezar, me detengo con la puerta del baño.

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora