20- Estas aquí

1.9K 144 3
                                    

Camino de lado a lado en mi casa, son casi las once de la noche, mis padres están dormidos y yo estoy vestida algo provocativa, no lo suficiente para sentirme incomoda, pero si lo suficiente para desconocerme. No paro de reír cada que me miro al espejo, la peluca y los lentes de contacto me hacen ver mayor de lo que soy.

Pongo una chamarra negra por encima del vestido, haciendo que el cabello rojo caiga sobre ella.

—¿Romina? —pregunta Clarisa sorprendida cuando me ve. —Te ves —se calla —ni si quiera encuentro palabras.

—¿Parezco una cualquiera? —pregunto recordando las palabras de mi madre

—¡No! claro que no. Te ves muy sexi.

—Creo que me estoy arrepintiendo.

—¿De la peluca o de ir?

—De todo.

—Me quedare ahí, esperándote.

—No, claro que no.

—Hagamos una cosa, te espero una hora, si en una hora no sales, sabré que haz tomado la decisión de quedarte.

—¿De verdad?

—Si —agradezco que este ella ahí para mi.

—Vamos.

—Vamos señorita.

El camino es algo largo.

—¿Que ha pasado con Samady?

—Me invito a salir.

—¿Y que le dijiste?

—Le invente una excusa.

—¿Por que?

—Ella esta acostumbrada a lugares que yo no podría pagar.

—Deberías hablar con ella.

—Y dejarle saber lo miserable que soy.

—No eres miserable, ella lo entenderá, pero si no se lo dices ella no podrá a adivinar.

—Lo se.

Legamos al club.

—Eso parece muy grande y caro.

—Ni si quiera pregunte.

—No creo que necesites pagar algo ahí.

Me despido de Clarisa.

Camino hacia las escaleras, esta vez los hombres no me abren la puerta al instante. Se que no me reconocen.

—Chica —la voz de Mia hace girarme —he de reconocer que tienes pantalones. Viene conmigo. —dice a los hombres haciendo que ellos abran la puerta dejándonos pasar.

—¿Eres miembro?

—Ahora si.

—¿Ahora?

—Trabajé aquí un par de meses.

—¿Aquí conociste a Max?

—No, hace un unos días me entere que este lugar era de ellos. Nunca lo vi cuando estuve aquí.

—¿Y a Romane?— pregunto curiosa mientras entramos.

—No.

Eso me indica que quizás no me mintió cuando dijo que llego solo un día antes de la entrega del puesto. La gente me mira curiosa. Yo bajo la vista y me dejo guiar por Mia.

—Creo que será mejor que me vaya —digo cuando me doy cuenta de lo que estoy apunto de hacer.

—Si te vas no conocerás el paraíso.

—¿Por que haces esto? —preguntó dudando de su intención.

—¿Que?

—Ayudarme. ¿porque viniste?

—Vine por si necesitabas una patada en el trasero para hacerlo. Vamos.

—¿A donde?

—A buscar a Romane.

Camino detrás de ella, Mia se acerca a un mesero quien le indica algo.

—Esta en su despacho.

Ella camina, pero yo la detengo.

—¿Y si esta con alguien?

—Averígualo

—No.

—Vamos mujer

Esta vez no subimos los escaleras, las bajamos, recuerdo que la chica me dijo que el sadomasoquismo estaba abajo. Ahí estará Romane, lo que me aterra más. Entramos a un pasillo. Las habitaciones son mas grandes, hay un silencio total, sole el sonido de nuestros tacones suenan.

—¿Quieres ver?

—¡No! —grito espantada.

—Es sadomasoquismo.

—No quiero.

Caminamos hasta al fondo cuando no hay nada mas, nos encontramos a nuestros costado un pasillo, hay tres puertas, la ultima es negra, puedo imaginarme que es la de Romane. Me estoy hiperventilado.

—No podré hacerlo —digo en susurro. —No podre hacerlo —digo más fuerte.

—Si podrás —dice poniéndome frente a ella. Me indica que respire, cuando he logrado calmarme, el sonido de sus nudillos tocando la puerta me paralizan.

—Buena suerte —dice yéndose, dejándome sola.

Me quedo paralizada, no se escucha nada y ni si quiera me atrevo a tocar. Decidida doy unos pasos alejándome, la puerta se abre, me detengo.

—¿Si? —la voz seria de Romane me hace saber que no me reconoce —¿quien eres? —pregunta.

Podría salir corriendo, pero una gran parte de mi quiere quedarse, giro lentamente tratando de retrasar todo lo que pueda el momento de verla a la cara. Romane esta de pie en la puerta, la camisa blanca desabrochada hasta llegar a sus pechos, las mangas remangadas hasta los codos, su cabello despeinado. Siento su mirada recorrerme de los pies a la cabeza, cuando sus ojos hacen contacto con los míos he olvidado como pronunciar palabra.

—Romina —su voz se volvió mas ronca.

—No debí haber venido — caminó alejándome de ella.

Antes de que pueda hacerlo, siento su mano tomarme por la cintura, me gira hasta quedar de frente a ella, pegándome a la pared.

—Estas aquí —dice como si no lo pudiera creer.

La miro a los ojos que parecen brillarle de lo mismo que recorre mi piel, deseo. Acaricia el cabello rojo.

—Estoy haciendo el ridículo vestida así—digo.

—Vestida así, estas muy lejos de hacer el ridículo. Eres el mismo deseo en persona —sus palabras me provocan escalofríos —aunque he de reconocer que tengo curiosidad.

—Este es mi equilibrio, es mi manera de que esto este a mi favor. —pienso mis siguientes palabras —es mi escudo.

Ella asiente.

—Entonces tu respuestas es un...

—Si. No uno definitivo, se que podría arrepentirme.

—Yo me encargare de que no suceda.

Se aleja un poco de mi y toma mi mano, me lleva hacia su despacho.

—Justo ahora te tomaría en cada espacio de este maldito lugar.

—No creo que pudiera aguantar tanto —digo bromeando.

—No tienes ni idea —dice con deseo en sus ojos.

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora