13 - Vas a huir

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El departamento es muy grande, mucho mas que mi casa. Los espacios del pasillo están vacíos, analizo el lugar buscando el lugar perfecto para los cuadros, aunque una parte de mi siente que no sirve de nada y ella terminara deshaciéndose de ellos. Colocamos uno en la sala por encima de la chimenea, el segundo en el pasillo que lleva a los cuartos, el tercero elige ella el lugar en su despacho. Faltan dos cuadros, hay una puerta al fondo que imagino es su cuarto, una pregunta tan sencilla, como si quisiera que colocara uno en su cuarto, pero no lo hago y ella no lo propone.

Regresamos a su despacho buscando espacio para colocar otro, una puerta al fondo llama mi atención.

—¿Es el baño? —pregunto curiosa.

—No, es un archivero.

—¿No te bastaba un archivero normal? —trato de bromear.

—No —dice sonriendo —hay cosas valiosas que requieren un espacio mas grande.

—Creí que los archiveros guardaban papeles.

—No este.

Asiento. Quiero preguntar pero me obligo a mantenerme callada.

—Queda uno —digo algo cansada de buscar donde ponerlo. —¿podríamos ponerlo en tu archivero?

—No. —dice firme —Podemos ponerlo en el cuarto de visitas.

—Si claro —trato de decir con alegría pero mis palabras fueron mas de decepción por no querer tener un cuadro mío en su cuarto. Aun que en realidad esta mujer podría comprarse el cuadro que quisiera de un verdadero pintor.

Colocamos el cuadro, mientras lo observo asegurándome de que este alineado siento su mirada en mi..

—Listo —digo saliendo de prisa de ese cuarto.

Me dirijo hacia la sala, el ocaso brillando a través del cristal, dándole la bienvenida a la noche me deja hipnotizada.

—Te gustan mucho los paisajes.

—Si, son tan hermosos.

Su presencia crea un escalofríos recorrer por mi piel.

—Tengo que irme —digo después de un largo silencio.

—Yo te llevare.

—No es necesario puedo pedir un taxi.

—Yo te llevare —esta vez suena en una orden.

—Creí que aquí no eras mi jefa.

—Cuando se trate de tu seguridad, lo seré.

—Que irónico ¿no? —sabe a lo que me refiero.

Su mirada es tan intensa que me paraliza, ella da un paso hacia mi, mi instinto quiere huir, pero sigo pegada al suelo. Su perfume consume mi fuerza de voluntad, llega hasta no haber nada mas que una un rayo de sol apunto de esconderse en el espacio entre su vientre y el mío. Me mira levantando su mano jugando en el aire como si me diera el tiempo de asimilar que estoy por sentir su mano sobre mi piel. Su mano acaricia mi mejilla, su pulgar toca mi labio entre abierto.

—¿Lo sientes Romina? ¿Sientes eso que exige de nosotras?

Su cercanía me ciega, me alejo de ella tan de prisa que mi cuerpo se detiene por el duro cristal que golpea mi espalda.

—Mi chofer te llevara a tu casa —da media vuelta y se aleja de mi.

Mil razones del porque es mejor alejarme de ella pasan por mi cabeza.

—Romane. —ella se gira mirándome.

El placer de pronunciar su nombre enciende un escalofríos en mi vientre, mis pies cortan la distancia entre nosotras, mis manos rodean su cuello y mis labios buscan los de ella con la misma desesperación con lo que sus labios buscan los míos. La suavidad de sus labios y la urgencia de seguir probando de ella acelera nuestra respiración. Sus manos sueltan mi cintura tomando mis piernas, haciéndome rodear su cintura. Siento el frio metal atravesar la tela de mi pantalón cuando me sienta en la mesa de estar. Me aferro ella apretando mis piernas a sus muslos.

Saboreo cada rose, cada chasquido de su lengua con la mía. Respiro su aire, mis dedos juegan con su cabello. Poco a poco el beso se vuelve pausado sin dejar ser intenso. El sonido de su jadeo y el mío es lo único que retumba en mis oídos. El beso va deteniéndose poco a poco hasta saborear por ultima vez su labio, haciendo que el instante dure. Ella pega su frente con la mía, sus ojos con un brillo nuevo me muestran la realidad como un balde de agua fría.

—Vas a huir —no es una pregunta. Esta asegurando lo que estoy por hacer.

Con cuidado salgo de entre ella y la pared detrás de la mesa.

—Lo siento —digo —no sé que estaba pensando.

Corro hacia el ascensor, sin mirar atrás al entrar me pego a los botones, escondiéndome de la mirada de ella, aunque se que es inútil por que veo sus ojos a través del espejo. La puerta se cierra y la fuerza de la realidad deja mis pies deslizándome al piso. El aire frio tranquiliza mis ansias.

¿Que hiciste Romina?

Las puertas empiezan abrirse me repongo de prisa justo a tiempo para cuando las puertas se abren por completo y veo a Pedro esperando por mi. Lo saludo y subo al coche blanco, dejándome llevar lejos de Romane.

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora