53- Voy arruinarlo.

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—Si no me sueltas no podre preparar el desayuno —me rio mientras ella besa mi cuello, aferrando sus manos en mi cintura.

—Puedes hacerlo sin que te suelte, confió en ti —dice firme.

—Podemos quemarnos.

A regañadientes me suelta.

—¿En qué te ayudo? —se ofrece.

—Solo siéntate, yo hare el desayuno.

—¿Segura? —sonrió por su fingida preocupación —dijiste que solo sabias preparar hot cake.

—Bueno, también se hacer huevos. Déjame consentirte.

—No tengo ningún problema en ser yo quien te consienta.

—No dejare que me consientas, si no dejas que yo lo haga también —la apunto con la cuchara.

—Bien —levanta las manos.

Me volteo y aprovechando que no me ve, me atrevo a preguntar.

—¿Romane?

—Dime.

—No me has contado que hablaste con Luciano, cuando le entregaste el vestido.

La miro sobre el hombro cuando no dice nada, sus ojos se encuentran con los míos.

—Ha dicho que no fue quien mando la amenaza.

—Y le creíste —no es una pregunta.

—Sé que te dije así se las gastaba, pero en realidad nunca ha hecho algo como eso. Quería creer que lo hizo, eso me hacía sentir que tenía la situación controlada.

—¿Crees que lo haya hecho Natalia?

—Lo más probable es que sí.

—Está loca, por favor no te acercas a ella.

Me acerco y me toma de la cintura colocándome en medio de sus piernas.

—No me acercare a ella, si ella no se acerca a ti. No dejare que te haga daño.

—¿Y a ti? Si quiere hacerte daño físicamente.

—No lo hará, estaré bien. —Dejo que me bese y me tranquilice. Toma mis mejillas mientras me besa —Sei così bella.

Sonrió tontamente.

—No sé qué signifique, pero sonó muy sexi.

Eres tan bella. —Hace que me sonroje.

—¿Que no te gustara hablar en italiano, también era causa de ella?

Romane asiente. Vuelvo a besarla, pero el timbre de la puerta suena rompiendo nuestra burbuja.

—¿Esperas a alguien?

—No, no se quien será.

Romane se pone en alerta, haciendo que también lo haga yo. Se acerca a la puerta viendo por la mirilla. Abre la puerta.

—¿Asunto? —la escuchó preguntar a alguien.

—Supe que Romina estaba aquí —escuchó la voz de Ava —quería saber si está bien.

—Mi mujer está bien, gracias por tu preocupación.

¿Su mujer? Ella me ha llamado su mujer, creo que he muerto.

Me acerco a la puerta y le sonrió a Ava. Romane me abraza acercándome a ella.

—Hola, Ava.

—Hola, Romina. Solo quería saludarte.

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora