12 - No hay nada en mí que valga la pena querer

2.2K 157 10
                                    

—¿Esperaste mucho ? —camino hacia Clarisa quien me espera sentada en el cofre de su coche.

—No, acabo de llegar.

—Mientes. —digo llegando a ella.

—Si, mentí.

—¿Llegaste temprano por qué no tenias nada más que hacer o por qué querías encontrarte a una dulce chica de ojos verde, cuyo nombre es Samady?

—No, para nada.

—Vuelves a mentir

—Si —dice sonrojándose. —¿Esta?

—No lo se, estamos en el mismo edificio pero en diferentes pisos. Hoy no la he visto.

Ella asiente.

—¿Que quieres que hagamos? —pregunta.

—Esperaremos aquí. El señor Oscar nos traerá los cuadros.

Le pedí a Clarisa me ayudara a llevarme los cuadros que Romane hizo que quitara.

—¿Y como te ha ido con tu jefa? —nos sentamos en el cofre de su coche esperando dentro del estacionamiento.

—He decidido renunciar.

—¿De verdad? —pregunta sorprendida.

—Si, es cuestión de tiempo para que cometa el peor error de mi vida.

—Señorita Romina —bajo de un brinco del cofre.

—Hola Oscar.

—Son cinco cuadros.

—Si. Gracias nosotras lo subiremos. —doy un repaso nostálgico a los cuadros. Los hice especialmente para alegrar el frio despacho.

—No, para nada nosotros la subiremos. Anda niño —dice refiriéndose a el chico que le ayuda —sube los cuadros al coche.

—¿Y usted? —sonreímos al chico que se a ganado un coscorrón.

Tramos de ayudar al chico a subir los cuadros al coche, pero el señor Oscar me lo impide. Reímos por las ocurrencias de este par.

—¿Que sucede? —dice Romane dirigiéndose a nosotros.

—Me llevo los cuadros —digo sin mirarla.

—Señor Oscar. —dice seriamente.

—Jefa —responde el.

—Suba los cuadros a mi coche. —ordena.

Veo a don Oscar caminar al coche de Clarisa.

—No, déjelos —lo detengo.

—Haga lo que le digo —Romane le ordena sin dejar de mirarme.

Se que esta retándome y seguiría llevándole la contraria si no tuviera que poner en una posición incomoda a los que están aquí. Don Oscar me mira y asiento resignada.

—Vamos Clarisa —caminamos cada a una hacia una puerta.

—Romina —me detengo antes de abrir la puerta. —Vendrás conmigo.

—Mi turno a terminado. —digo mirándola.

—No por hoy. Necesito de ti. —su manera en decirlo hace que mi piel se erice.

—Lo siento por usted. Tengo que irme.

Ella me mira con seriedad se que no le gusta lo que le digo. El sonido de una moto acercándose llama nuestra atención. Se detiene enfrente de Romane, cuando se quita el casco veo quien es.

—Romane —saluda.

—Mia —el nombre de esa mujer en la voz de mi jefa suena tan delicado que algo en mi gruñe.

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora