34- No soy romántica.

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—No tienes que fingir que estás bien —el rose de su mano en mi mejilla me vuelve vulnerable haciendo que las lágrimas que retenía frente a Manu salgan.

—Estoy esperando despertar —y no precisamente de la pesadilla de mi madre, si no del sueño donde ella está, no sé cuánto tiempo durará el "hoy quiero quedarme" que me dijo hace unas horas, pero voy aferrarme a sus palabras.

—¿Qué puedo hacer para que duela menos?

—Estás aquí y estás haciendo que duela menos.

Nos quedamos en silencio, dentro de su coche. Veo hacia la pequeña casa de Manu, a las afueras de la ciudad. Estamos rodeadas de árboles, que se mueven pausadamente por el aire.

—¿Tú padre fríe cruel? —preguntó, ella mira hacia la nada.

—Mi padre fue indiferente —dice sería —y la indiferencia también duele.

—¿Y tú mamá? —sonrió cuando ella lo hace.

—Mi madre me defendió por encima de todo, incluso por encima de mi padre. Él quería que se mantuviera al margen y me dejara resolver la situación a mí y aunque también así lo quería yo, ella no estaba dispuesta a dejarme sola.

Sonrió ante sus palabras, saber que tuvo a su madre a su lado me hizo sentir una pizca de celos, que se esfuma tan pronto termina de hablar. Ante mis ojos Don Franco ha sido un gran hombre, he visto el amor que le tiene a su hija, pero también he notado la frialdad con la que ella lo trata, ahora entiendo los motivos, lo que me hace sentir algo de decepción hacia al hombre que he admirado.

Salimos de la casa de Manu, tomando la carretera a la ciudad. Mi corazón se acelera de miedo cuando pasamos cerca de Rizzo, no estoy preparada para enfrentar esta noche sola. Vuelvo a respirar cuando pasamos de largo el edificio donde vivo.

—¿A dónde vamos?

—Iremos al cine.

—¿Al cine? No sabía que Romane iba al cine.

—Tengo diez años que no lo hago. Pero, cuando era una adolescente solía refugiarme en el cine para dejar de pensar, por lo menos un par de horas.

—¿Y funcionaba?

—Si, hasta que las luces se volvían a encender. Quiero que cuando se enciendan, veas que ahí estoy.

Sonrió sonrojándome por sus palabras.

—Romane romántica.

—No soy romántica —no puedo evitar reírme, por la manera en que intento ser seria, para que le crea.

Cierra la puerta del coche cuando he bajado de el, va hasta el maletero y saca dos cazadoras, una negra y otra café, sonrió cuando me entrega la café.

—Eres adicta al color negro.

—Todo es más fácil con ese tono.

Cuando me pongo su cazadora, las mangas sobre salen de mis manos,

—Eres muy larga ¿nunca te planteaste ser modelo?

—Nunca —dice de prisa como si le hubiera preguntando algo horrible —aúnque mi padre siempre me lo pidió, mi respuesta siempre fue no.

Caminamos hacia la taquilla y no paro de reír por las ocurrencias de ella, el como pelea con la manga para encontrar mi mano, nos detenemos y dobla hasta mi muñeca la manga, entrelaza sus dedos con los míos.

Miro espantada la cartelera, la única película disponible a esta hora es de terror, cuando miro a Romane ella está sonriéndome.

—Tu cara es un poema —suelta mi mano y me abraza por la espalda, metiendo sus manos por de bajo de la cazadora. —¿no te gustan las películas de terror?

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora