14 - Hasta que supliques

2.2K 162 11
                                    

—Parece que estas nerviosa —dice Pia mirándome como estoy intentando entrar al despacho de Romane. —Si no quieres renunciar no lo hagas.

—Tengo que hacerlo —digo sin mirarla.

—Romina —su voz de compasión me hace ver que quizás si no quiere que me vaya.

—Avísale que voy a entrar —me mira por ultima vez, asiento y ella levanta el teléfono.

—Romina va entrar. —Pia asiente.

Empujo la puerta. Romane esta sentada en su silla, firmando papeles. Doy unos pasos quedando a una distancia prudente para pensar bien.

—¡Romina!

—¡Ah! —grito del susto soltando la carpeta que llevaba en las manos —Don Franco —digo su nombre mientras aprieto mi pecho con las manos.

El se ríe a carcajada recogiendo la carpeta y entregándomela.

—Extrañaba esto —dice abrazándome, me tomo unos segundos en entender lo que esta pasando y le regreso el abrazo sintiéndome por un momento a salvo.

—También lo extrañaba —digo aun sin soltarlo.

—Que bueno que llegaste, estaba por salir a buscarte, quiero que vayas con nosotros a desayunar.

—Me encantaría, pero tengo que llenar unos papeles —trato de encontrar una excusa.

—No acepto un no por respuesta —dice firmemente.

Miro hacia Romane quien nos mira con una leve sonrisa, no la veo incomoda, ni disgustada. Se pone de pie, saliendo de su escritorio mientras me mira.

—Vamos Romina, el trabajo puede esperar.

Don Franco se dirige hacia el ascensor, Romane me indica con la mano que pase primero, pero en lugar de hacerlo, me acerco a su escritorio dejando la carpeta, y pasando detrás de ella. En el ascensor me pongo a lado de mi ex jefe, escuchándolo y riéndome de todas sus anécdotas. Romane solo asiente y sonríe a lo que su padre dice, pero en ningún momento a dejado de mirarme y peor de que lo haga es la forma en la que lo hace.

Como lo hacíamos siempre Don Franco se niega a ir en carro al restaurante de Santino ya que esta a solo dos manzanas de aquí. Cuando llegamos el mesero lo recibe alegremente acordándose de el y llevándonos a la misma mesa de siempre. Don Franco saca mi silla ayudándome asentarme, para cuando voltea a ver a su hija ella ya lo esta esperando con la silla, el le sonríe y se sienta. Romane toma la silla que esta justo enfrente de mi.

—Y dime Romina, ¿Cómo te trata mi hija?

Paso saliva sintiéndome nerviosa, Don Franco siempre me ha dicho que soy muy transparente, por lo que tengo miedo a lo que pueda ver en mi. Tomo el vaso de agua que hay en la mesa y bebo un poco.

—Bien, es algo especial, pero me trata bien.

El se suelta reír.

—Me alegra saber que esta vez me hizo caso —dice dándole un apretón a la mano de su hija, ella le devuelve la sonrisa, pero sutil mente quita su mano, cosa que no me pasa desapercibido.

—¿Y que tal le esta yendo? —pregunto tratando de quitar la poca tención.

—¿Nunca vas a tutearme?—sonrió.

—Lo intentare —digo sonriendo.

—Muy feliz pasando tiempo con mi esposa y mis de mas hijos, aunque Romane se niegue a ir a vernos.

ROMANE 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora