23. El muro

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Aegon: 

A medida que nos acercábamos al muro el clima empeoraba, un frio que nunca conocí se calaba en mis huesos, el viento era inclemente, y el terrenono era el mejor para marchar. El único que parecía como en casa era Ghost, nunca en mi vida lo vi tan enérgico y a gusto, el sin duda alguna era del norte.

Llegando a las puertas del muro, teníamos un comité de bienvenida bastánte lúgubre a decir verdad, pero qué se podría esperar con este paisaje, nieve, árboles secos casi quemados por el frío, y más de dos docenas de personas vestidas de negro y mirándonos de frente con cara de pocos amigos. Acordamos que Melisandre no sería quien presente la causa, las mujeres no eran bienvenidas en el muro y tendría que llamar la menor atención posible, por lo cual mi fiel amigo Everard, el mejor parlanchín de todo poniente. Sabía que si el iniciaba los lazos con los cuervos, podríamos sacar provecho para nuestra causa.

_  Les presento al Rey Aegon De las casas Targaryen y Stark . El séptimo en su nombre, Rey de los Ándalos , los Rhoynar y los primeros hombres, Señor y Protector de los Siete Reinos_ dijo Everard casi cantando_ Tal como adelantamos por medio de un cuervo, hemos venido a discutir una cuestión muy importante frente a la eventual llegada del invierno_ continuó firme pero con un aire de intriga.

Haciendo un repaso por todas las caras de aquellas personas que hacían un cordón frente al muro, pude  distinguir dos rostros, mi tío de crianza Benjen, y mi pariente Targaryen el cual solo conocí por relatos y retratos, el maestre Aemon. No dudé en bajarme de mi caballo y acercarme a mi tío Ben, no me importaba que me haga una reverencia ni nada similar, el era lo más cercano que me quedaba a Ned, a aquel hombre que me crió como si fuera su hijo, y corrió el riesgo de protegerme a costa de su honor.  Un abrazo cálido fue lo que necesité para considerarme en casa, no me importaron las miradas de los demás, era un gesto que me dio el calor que mi alma necesitaba luego de tantos días separado de mi familia.

Los demás cuervos seguían mirando, y el Lord comandante, Jeor Mormont se me acercó, y sorprendentemente hizo una reverencia que demostraba su apoyo a mi causa. Tenía mis dudas con él, pero seguramente le llegaron los rumores de nuestras andanzas con Daenerys liberando esclavos. Para los Mormont la esclavitud era un tema por demás sensible, su hijo Jorah había había abandonado Westeros, escapando de la justicia de mi padre Ned, Jorah había estado involucrado en crímens relacionados al tráfico de personas, y si duda era la prueba viviente de que las personas pueden cambiar con la compañía adecuada.

_Lord Comandante Mormont, espero que me pueda recibir, vengo de muy lejos para encomendarle un tema de suma importancia_ Dije posando mi mano sobre su hombro para que pueda dejar la reverencia. 
_ Rey Aegon, su cuervo me generó intriga, sin duda recibiremos a su ejército y podemos pasar a mi despacho para hablar más cómodos, lo único que le solicito es que su dragón no ingrese a la fortaleza, no tenemos el espacio sufuciente en el patio interno. Puede quedarse en el torreón de lado, personalmente lo acompañaré_ respondió muy amablemente.

Hice un gesto con la cabeza y fuimos al siguiente torreón para ubicar a Phantom. No era un lugar extremadamente grande, pero si lo suficientemente cómodo para mi compañero, e incluso habían preparado una hoguera para que pueda calentar un poco el lugar. El maestre Aemon me solicitó permiso para acercarse a Phantom, y bajo su responsabilidad acepté, si bien el era un Targaryen legítimo, tenía que tener precaución. Su cara de maravilla era algo que ni todo el oro del mundo podía pagar, se notaba que realmente este hombre estaba fasinado con todo el folklore de sus antepasados, pero el momento en que mi dragón dejó acariciarse, fue como ver a un niño pequeño tocando un ser impensable.

De regreso al castillo principal, muchas capas negras hacían reverencias, algunos de manera perfecta, y otros de manera más improvisada. SIn duda alguna ser miembro de la guardia de la noche era el trabajo más alegre del mundo, pero se notaba que estas personas habían encontrado una familia, un lugar en donde los criminales, los bastardos, y los demás hombres no aceptados por la sociedad eran iguales. Seguramente si Ned no me hubiera confesado la verdad, ser un cuervo hubiera sido mi destino. 

El retorno de los TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora