37.La reina en el Norte

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El camino hacia Winterfell se presentó como un verdadero desafío, no tanto por la complejidad del terreno ni por la logística del viaje, sino por las emociones que afloraban en el corazón de Sansa. Ella sabía que su retorno a aquel hogar ancestral no solo significaría la recuperación de lo que le pertenecía por derecho de nacimiento, sino que también implicaría revivir el profundo tormento que había sufrido a manos de Ramsay. Tendría que enfrentarse, una vez más, a la dolorosa ausencia de sus padres y de su querido hermano Robb, a quienes había perdido demasiado pronto. Además, debía lidiar con la incertidumbre que generaba la posible reacción de Aegon y Daenerys; a pesar de que había enviado una carta, su falta de respuesta la llenaba de temor sobre las posibles represalias que podrían tomar en su contra.

Sin embargo, lo que más la aterraba era la inquietud acerca de cómo la gente de Winterfell recibiría su regreso. Sabía que el viaje no solo era un regreso físico, sino también un retorno a la historia y al legado familiar que había estado en peligro de desaparecer.

Cuando finalmente llegó ante los imponentes muros de Winterfell, una emoción intensa la invadió. Pudo observar con satisfacción y asombro el cambio de estandarte que se llevaba a cabo en ese momento crucial. El estandarte de los Bolton, símbolo de opresión y sufrimiento, fue despojado de su lugar, cayendo pesadamente al frío suelo, mientras que el estandarte de los Stark era izado nuevamente, ocupando el espacio que nunca debió haber abandonado. Una lágrima sincera recorrió la mejilla de Sansa, llevándola a reflexionar sobre el verdadero significado de todo lo que estaba viviendo: una mezcla de honor y el deseo de venganza por todo lo que había sufrido.

Dejando atrás la entrada principal, Sansa se encontró rodeada por las miradas de los habitantes de Winterfell. Para su sorpresa, recibió una cálida acogida que no había anticipado; la gente se mostraba feliz y aplaudía su regreso con entusiasmo genuino. Era un momento que la llenaba de esperanza, un indicio de que tal vez, después de tanto sufrimiento, había espacio para la redención y la reconstrucción de su hogar.

El aire helado de Winterfell parecía haber cobrado un nuevo aliento. A medida que Sansa se adentraba en los antiguos pasillos de su hogar, una mezcla de nostalgia y determinación la invadía. Cada piedra de aquel castillo contaba historias de gloria y sufrimiento, y ahora, después de años de tormento, ella se sentía lista para enfrentar su destino.

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Después de recibir una cálida bienvenida por parte de los habitantes de Winterfell, convocó a un pequeño consejo en la sala del trono. La atmósfera era pesada, y las miradas se entrelazaban con la incertidumbre del futuro.

"Debemos actuar con rapidez", comenzó Sansa, su voz firme. "No solo por Winterfell, sino también por mi hijo Robert. Necesitamos traerlo desde Dragonstone. Debe crecer en el hogar de sus ancestros.

"Estás en lo correcto, Sansa", afirmó Tyrion, acariciándose la barba pensativamente. "Pero enviar un grupo al sur ahora sería arriesgado. Aegon y Daenerys aún están regresando desde el Muro. Sus dragones pueden proporcionar un medio de transporte mucho más rápido y seguro."

Sansa asintió, reflexionando sobre las palabras de Tyrion. La llegada de Aegon y Daenerys era inminente, y con ellos, la esperanza de restaurar el norte a su antiguo esplendor. Pero había un sentimiento profundo en su interior, un eco de advertencias pasadas que no podía ignorar

Con la decisión tomada de esperarlos, el consejo se disolvió, dejando a Sansa sumida en sus pensamientos. Su corazón latía con fuerza, entrelazando la anticipación y el miedo por lo que estaba por venir. La historia de su vida estaba llena de giros inesperados, y la próxima audiencia con los reyes de Poniente no prometía ser diferente.

El retorno de los TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora