El retorno de los Targaryen

31. Lannister

Tyrion Lannister se recostó en un sillón de la austera sala del consejo en el campamento de Daenerys Targaryen, su mente aún girando con la vertiginosa rapidez de los eventos recientes. Nunca habría imaginado que algún día se encontraría en esta situación: en el bando vencedor, con su hermano Jaime en manos de la reina dragón, y él mismo disfrutando de un inesperado giro del destino.

—¿No es irónico? —murmuró Tyrion para sí mismo, mirando al vacío. La imagen de Jaime encadenado bajo custodia enemiga era algo que nunca había esperado ver, y mucho menos en el contexto actual. Las fuerzas de Daenerys habían aplastado a los leales a Cersei, y Jaime, el guerrero legendario, se encontraba ahora en una celda, prisionero de 

La puerta se abrió y Daenerys entró en la sala con un paso decidido, pero con preocupación en su semblante.

Daenerys:—Tyrion, tengo que tomar una decisión —(con su voz llena de una mezcla de determinación y duda)—. No estoy segura de cómo manejar a tu hermano. Utilizarlo para llegar al trono es una opción, pero Cersei es astuta y peligrosa. No sé si tener a Jaime como prisionero será suficiente para forzarla a someterse.

Tyrion levantó la vista, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y reflexión. La situación se estaba desarrollando en una dirección que desafiaba todas las expectativas que alguna vez tuvo sobre su familia y su destino.

Tyrion:—¿Realmente crees que Cersei se sometería si la amenazamos con la vida de Jaime? —(preguntó con el ceño fruncido)—. Cersei no es una mujer que se doblega fácilmente. Por más amor que sienta hacia nuestro hermano, siempre buscará la manera de salirse con la suya, todos somos simples peones ante su vista.

Daenerys se sentó en el borde de la mesa, su expresión endurecida por la presión de tomar una decisión que podría definir el futuro del continente. Sabía que cualquier movimiento en falso podría tener consecuencias desastrosas.

Daenerys:—Lo sé. He visto el poder de su determinación, y sé que no será fácil. Pero también tengo que pensar en mi propio futuro y en la estabilidad del reino que estoy construyendo. ¿Qué sugieres?

Tyrion se levantó lentamente, acercándose a la salida de la tienda para observar el campamento que se extendía más allá. Las llamas de los fogones parpadeaban en la distancia, una prueba visible del cambio que estaba ocurriendo.

Tyrion—Cersei siempre ha jugado al juego de tronos con una intensidad feroz. Tal vez, en lugar de usar a Jaime como una simple amenaza, podríamos intentar una estrategia diferente. Si ponemos la vida de Jaime como precio, ella conseguirá poner la cabeza de alguno de nosotros en la misma posición, y eso es algo que debemos evitar.

Daenerys asintió, pues ella tenía mucho más que perder que su contrincante, y sabía que sus métodos eran extremos. 

Tyrion—Podríamos enviar a Jaime al muro, hacerle jurar lealtad a Aegon como rey, y como Lord comandante de la guardia nocturna, Cercei montará en cólera, pero no al punto de matar a alguien porque sabrá que allí estará vivo mientras encuentra una manera de vulnerar el juramento—

Daenerys—No entiendo Tyrion, ¿qué ganaríamos además de que Cercei se enoje?— preguntó sin entender a donde quería llegar su mano.

Tyrion—Ese es el punto, ni ella sabría que queremos conseguir con ello, eso nos daría tiempo mientras mi hermana se centra en buscar alguna manera de recuperar a Jaime. 

Daenerys—¿Y qué nos garantiza que tu hermano acepte el juramento?

Tyrion —Un trato, el ya vió el poder de  Drogon, y sabe que ustedes tienen más dragones, en sus ojos vi la derrota Majestad, él ya sabe que la guerra está perdida por su bando, y lo único que querrá es darle un fin digno y sin dolor a Cercei. Si él jura, le prometeremos que cuando llegue el momento, Cercei será ejecutada a puertas adentro y sin dolor ni humillación, tendrá un sepelio acorde a su posición, y no se le dará el papel de una tirana, sino el de una mujer que fue obligada a casarse con un cerdo mentiroso, y que el amor hacia sus hijos y el desdén de su esposo  fueron los factores que la llevaron a la locura—concluyó con su idea.