24.White & Black

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Los caminantes blancos no daban tregua, las espadas los atravesaban y revivían. Solo el fuego de las catapultas,  mi espada y la de Mormont parecían dejarlos muertos, de seguro el acero valiryo era la clave. Lo que me hacía pensar en que solo dos espadas y unas cuantas municiones de fuego no los detendrían... sería el fin. Tal vez si soltara a Phantom podríamos salir de esta, pero muchos de los nuestros perecerían por las llamas.... y si no lo hacía.. también moriríamos o peor, nos convertiríamos en seres como ellos... sin darle más vueltas al asunto, busqué rápidamente con mi vista a Aurane, el comprendería mi plan. Le pedí entre gritos y chirridos que inicie la retirada y busque a Phantom. Inmediatamente y por algún extraño motivo, todas las capas negras hicieron caso y retrocedieron, esperé quedarme solo, pero a unos pocos metros de distancia se encontraba Jeor blandiendo su espada y aniquilando a todo espectro que se le pasara por delante.
_ Debes regresar al castillo! Grité con todas mis fuerzas

_ Imposible! Soy el Lord comandante, y mi deber es proteger el muro hasta mi último respiro_ contestó con voz agitada y mucho esfuerzo.

_ Si te quedas, el fuego de mi dragón te matará_ respondí preocupado y con mucha dificultad. Los caminantes blancos se agrupaban y acorralaban, estabamos espalda con espalda matando a cada maldito caminante que se nos cruce.

_ Si muero y vives, entregale mi espada a Jorah, dile que lo perdono_ se notaba la tristeza y entrega en su voz.

Seguimos luchando unos segundos que parecieron horas, y cuando nuestros cuerpos casi no soportaban el peso de las espadas, apareció Phantom quemando todo a su alrededor, no era necesario pronunciar la palabra Dracarys, el sabía lo que necesitaba. El fuego abrazador nos pasó por encima, el calor de las llamas no me hacía daño, pero sabía que de seguro mi compañero de lucha estaría calcinado hasta los huesos. Fueron segundos en los que el fuego purificó la nieve y nos dio seguridad. 

Phantom bajó de los cielos, tomé la espada de Mormont y desnudo subí a su lomo para volver al castillo, no tenía más fuerzas para caminar, y agradecía el entendimiento mutuo que teníamos con mi dragón. No sabíamos si había más caminantes, pero de ser así, recuperar el trono de mi familia no sería mi prioridad, debíamos encontrar la manera de protegernos sin recurrir al eficiente pero devastador fuego de los dragones.

Muchas vidas se habían perdido, no podía pensar en las personas que estaban del otro lado del muro, ¿Bran seguirá vivo? hoy más que nunca debía encontrar la manera en que el pueblo libre cruce, pero no sabría cómo, debería esperar a que designen el nuevo comandante y rezar a los dioses que al menos piense igual que Mormont.

Desde lomos de Phantom podía observar los rostros de angustia y desolación que tenían todos los supervivientes, pero al bajar, esa cara se transformó en una expresión de admiración y agradecimiento. Pensé que miraban a Phantom, pero en cuanto puse un pie en la tierra, todos se arrodillaron ante mí, y casi al unísono proclamaron: ¡Larga vida al rey Aegon Targaryen!

Melisandre me tapó con unas pieles, y entramos al salón principal para ayudar a los heridos. Mi cabeza era un caos de ideas, sentimientos, preocupaciones, y recuerdos, no sabía como seguir, la amenaza no era el clima, la amenaza eran seres casi inmortales e incansables. ¿Cómo luchar con eso? ¿Cómo se protegen las personas que viven más allá del muro?

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Pasaron unos días en los que despedimos a nuestros muertos, cuidamos a los heridos, y vivimos por los que no pudieron. Estuve dubitativo, no sabía si mandarle un cuervo a Daenerys, no quería preocuparla, pero ella debía saber la verdad. Una tarde fui a ver al maestre, mi pariente Targaryen, en este momento necesitaba el consejo de un mayor y el era adecuado por muchos motivos.

El retorno de los TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora