CAPÍTULO TRES

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Agosto 4 del 2023


Alex se pone su abrigo y ambos salimos juntos del departamento. Nos subimos en silencio al ascensor mientras que, de seguro a simple vista, no parecemos más que dos extraños.

—¿Creo que tal vez sería mejor caminar? —Murmura ella en voz baja.

—Si —respondo, asintiendo. —No creo que pueda manejar por un tiempo.

Ella simplemente asiente y entonces estamos saliendo del edificio y no puedo evitar respirar el aire fresco que me golpea en el rostro.

Comenzamos a caminar en silencio, Alex lleva sus manos metidas en los bolsillos y no dice nada, aunque puedo darme cuenta de que en realidad cada dos por tres abre la boca para decir algo, pero al final se arrepiente y no dice nada.

Me esfuerzo en escarbar en lo profundo de mi cabeza intentando dar con algún recuerdo de algo que tenga que ver con el último año de mi vida, pero solo terminó con un dolor de cabeza molesto.

—No lo fuerces —murmura Alex, cuando me ve frotándome los ojos por la molestia. —Volverán cuando tengan que volver.

—¿Y si no vuelven? —Pregunto.

—Entonces crearemos nuevos recuerdos, tal y como hicimos el último año.

—Llevas ventaja —intentó bromear. —Lo sabes todo de mi, yo no sé nada de ti.

Alex hace una mueca, mientras caminamos lentamente por el camino que bordea el lago en el parque.

Hay gente corriendo a nuestro alrededor, niños riendo, familias paseando a sus perros.

—Yo no lo llamaría ventaja —susurra al final. —Es difícil —murmura y cuando nuestros ojos se encuentran, agrega: —Es que es difícil que no me recuerdes, Tay.

—Lo sé, lo siento, no debería bromear con esto.

Niega con la cabeza, lanzándome una mirada triste.

—No te disculpes —murmura, deteniéndose y tomando una respiración larga. —Es solo que... —se muerde los labios y me mira, indecisa—, es solo que no se muy bien cómo manejar todo esto.

—Tal vez si te preguntara cosas..., eso podría ayudar, ¿no crees?

Alex me mira de soslayo, como si la idea no le encantara del todo, pero termina asintiendo.

—Bien, bueno, empecemos por lo fácil —murmuro. —Cuéntame cómo era nuestra rutina, que hacíamos, no lo sé, los fines de semana, por ejemplo.

Y en ese momento a Alex se le forma una sonrisa, pequeña, pero una sonrisa en fin y comienza lentamente a contarme cosas. En un principio lo hace dudosa, lentamente y es raro el que se sienta como si no confiara en mí del todo, pero entonces empieza a hablar y me doy cuenta de lo atento que estoy, queriendo absorber todo lo que dice.

Me digo para mis adentros que a pesar que Alex no es una mujer en la que me fijaría en un principio, si puedo darme cuenta el porqué lo hice: la forma en la que gesticula con las manos, como de repente se queda pensando en algo, achicando sus ojos y haciendo un mohín con los labios y entonces parece recordarlo y vuelve a hablar, pero pareciera como si de repente no pudiera seguir el hilo de su propia conversación.

—Así que..., ¿Dylan es nuestro amigo? —Pregunto, solo porque no puedo creer haber retomado la relación con él después de todos estos años, se me hace incluso imposible siquiera de pensarlo. 

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora