Diciembre del 2022
Tarareo sin parar la canción que suena por el altavoz del auto, sin siquiera darme cuenta que es esa artista que a Alex tanto le gusta escuchar.
Suspiro nuevamente, pasando mi mano por mi cabello y sintiéndome culpable como la mierda por dejarla sola la noche de navidad. Luego me percato de como se pone mi madre cuando me ve con el cabello despeinado, la desaprobación de mi padre cuando no soy perfecto con la puta ropa, el puto traje.
La puta vida.
Carajo.
Respiro hondo cuando siento que un nudo se forma en la boca del estómago, cuando la presión de que nunca voy a ser lo que quiere que sea me ataca, siempre es lo mismo y por más que no haya seguido sus pasos, tengo una vida estable, nadie tiene que mantenerme, tengo fe de que la firma en la que estoy dado su momento dará sus frutos, solo necesito un buen caso y a la mierda, mi carrera va a dispararse. Sin embargo puedo ver el rostro de mi padre, el disgusto que mi madre lo obliga a ocultar, pero que sin embargo esta ahí, siempre ahí.
En mi cabeza se reproduce la conversación que habrá en la cena, en como mis hermanos han logrado todo lo que se han propuesto, la familia estable y formada del mayor, mi hermana, que jamás trajo disgustos a la familia, que siempre será la luz de sus ojos y después yo, el menor, el que solo trajo problemas siempre, el que quería llamar la atención.
Me detengo en un semáforo en rojo —el último— pienso para mis adentros cuando me percato que estoy llegando al barrio pijo donde viven, donde con lo que vale una casa, de seguro se alimenta una familia entera por años.
Donde crecí.
Me froto los ojos y la imagen de Alex viene a mi cabeza, la imagen de ella con el vestido color verde que iba a ponerse, los pies descalzos —siempre los lleva descalzos—, caminando de aquí para allá, calentando el plato que prepare para ella en la tarde, aunque me dijo que de seguro se acostaría a dormir, que la navidad para ella no significaba nada.
Por un momento no le creí, o por lo menos elegí no hacerlo, porque algo debe significar para ella, estoy seguro que con sus padres disfrutaba de esta época del año.
Se me forma un nudo en la garganta, pero ahora por un motivo diferente, me siento del carajo por la sola idea de que lo pase sola, en el departamento y me doy cuenta en ese momento que quiero estar con ella, por que Alex, sin siquiera palabras, me entiende, pero también es una persona que me escucha, que intenta ver las cosas de mi modo y si bien no comparte todos mis pensamientos, si intenta ponerse en mi lugar, respetarme.
Es en ese momento que pregunto porque demonios estoy yendo a casa de mis padres, cuando sé que no voy a pasarla bien, cuando sé que todo será una cena formal, que de seguro los regalos serán algo que mando mi padre a su secretaria a comprar. Que tendré que aguantar a mi hermano mirándome por encima de su hombro, a mi hermana burlándose de mi, la mirada decepcionada de mi padre, las ganas de mi madre en que cambie mi estilo de vida, como si mi vida en sí fuera un desastre.
¿En verdad quiero ir? ¿O simplemente me estoy obligando a hacerlo?
El sonido de una bocina me hace saltar en mi lugar, antes de que sin pensarlo mucho de un giro en U, volviendo al lugar del que nunca debí haberme ido.
Volviendo al hogar.
No tengo idea de cuanto tiempo me toma volver, antes de subir al ascensor que me llevara a mi piso, le envié un mensaje a mi hermana, pidiéndole que le avisara a mis padres que había tenido un contratiempo, que no iba a llegar a la cena.
ESTÁS LEYENDO
El día que dijimos adiós
RomanceSoy una persona a la que no escucharás quejarse de la vida que lleva: Tengo el trabajo de mis sueños y mi carrera en la firma de abogados solo va en ascenso. Acabo de ganar un juicio que me dejará en las grandes ligas. Estoy pensando en proponerle m...