CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

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Septiembre 17 del 2023



Volver al trabajo se sintió como la única forma de despejar mi mente y acallar todo aquello que me hace cuestionar hasta la existencia.

Los dolores de cabeza se mantienen, pero el médico insiste en que aquello es normal, que con el tiempo van a desaparecer. De todas formas, deje de tomar los analgésicos que me había recetado, ya que solo me hacían dormir demasiado, llenándome de sueños que nunca puedo recordar al despertar, dejándome más cansado de lo que estaba incluso antes de dormir.

Los últimos días pasaron como una nebulosa, siquiera me detuve a pensar mucho en ello. Mi madre no ha dejado de llamar y presentarse en mi departamento, no la he dejado entrar así como tampoco respondí a ninguna de sus llamadas.

Con mis hermanos es lo mismo, aunque no son tan insistentes.

Hice despedir al conserje que dejo entrar a mi madre y a su amiga médica.

Me levanto con Alex como primer pensamiento en la mañana y es la última que pienso antes de por fin lograr dormirme.

Intento convencerme a mi mismo de que Alex está mejor sin mi, aunque no dejo de pensar que se fue sin nada, ya que su ropa sigue doblada en los cajones de su habitación.

Me repito aquel mantra cada que su rostro cruza por mi mente y la preocupación florece en mi pecho.

Y estoy precisamente pensando en ello cuando Leo, que se mantiene trabajando fielmente conmigo, me avisa que alguien vino a verme.

Acomodo los papeles encima del escritorio cuando Celie entra a mi oficina.

Trago saliva nada más verla, con la sonrisa avergonzada que le cubre el rostro, las mejillas al rojo vivo y la mirada llena de inseguridad.

—Hola —murmura con un hilo de voz.

—Hola —respondo y cuando se remueve nerviosa, me apresuro a decir: —Por favor, toma asiento.

Celie me sonríe y toma asiento, para luego mirar a su alrededor con curiosidad.

—Asique..., una oficina para ti solo.

—Si —respondo, sonriendo, aunque se siente más como una mueca. —Supongo que lo logre, aunque no sepa muy bien como.

Ella de inmediato pierde su sonrisa y me escruta de esa manera que me hace saber que sabe lo que estoy pensando exactamente.

—¿Cómo lo llevas? —Pregunta, la preocupación cubriendo sus rasgos.

—Bien —murmuro, escueto.

A decir verdad, no me siento cómodo hablando con Celie de lo que pasó con Alex, de hecho, en este momento, no me siento cómodo con ella hablando de cualquier cosa y caigo en cuenta de que en realidad, no tengo una sola persona en la que confíe lo suficiente como para hablar de ello.

Estoy solo y siento que por primera vez en mi vida, aquella sensación no me gusta demasiado.

—Taylor, puedes hablar conmigo —murmura, sacándome del pasmo en el que me había sumido y nuevamente adivinando al lugar en el que había ido mi mente.

—Lo se, pero estoy bien Celie, en serio.

Celie se lo piensa unos segundos, antes de soltar al fin: —Tu madre me llamó...

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora