CAPÍTULO DIECISIETE

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Septiembre del 2022



Me había ido muy temprano en la mañana, por lo que no había podido despedirme de la muchacha que dormía en mi departamento desde hacía dos noches.

El día anterior había estado preocupado todo el día por que no se había levantado, varias veces me debatí entre entrar o no a su habitación, no quería asustarla, pero necesitaba saber si seguía viva.

Era pasado el mediodía cuando no pude conmigo mismo y después de golpear tres veces y no obtener respuesta, simplemente me metí ahí dentro, encontrando a Alex acurrucada en sí misma, tapada hasta los hombros y los labios en una mueca por el sueño profundo.

Debería estar extremadamente cansada si podía dormir tantas horas sin despertarse. Sin embargo, aquello no evitó que cocinara un poco más al mediodía por si despertaba, terminando de guardar la comida en un tupper cuando no lo hizo, guardándolo en la heladera por si quería calentarlo luego. Tampoco lo hizo por la tarde, cuando me servía mi segundo café, con la puerta de mi oficina abierta por si las dudas se despertaba, mientras intentaba inútilmente concentrarme en el trabajo, debido a que me había olvidado una carpeta importante en la oficina y me era imposible avanzar.

Por la noche tampoco lo hizo, le envié un mensaje preguntándole a Dylan si aquello era normal. Me respondió que no era mi puto médico personal, para acto seguido enviarme los datos de su cuenta bancaria y el valor de la consulta.

Infeliz.

Me fui a dormir intranquilo y no me sorprendió tampoco despertarme tan temprano en la mañana, pero estaba demasiado nervioso en mi propia piel, por lo que decidí ir a buscar esa carpeta a la oficina, no sin antes dejarle un mensaje en papel a Alex, diciéndole que volvería enseguida, que no se fuera, que había café listo y que, si quería, podía bañarse.

Tarde más de lo previsto, molesto por el inusual tránsito que me sorprendió el domingo por la mañana, pero un accidente en la carretera me tuvo reteniendo más de una hora para poder volver.

Nada más abrir la puerta de mi apartamento, supe que Alex estaba despierta. Camine lentamente a la cocina, queriendo darle tiempo para que se hiciera a la idea de que íbamos a enfrentarnos, estaba seguro de que ninguno de los dos se iba a sentir cómodo en su propia piel, pero eso no significaba que no tendríamos esta conversación.

Nada más encontrarla en la barra de la cocina, con una enorme taza de café en las manos y las mejillas ya sonrojadas, le di un intento de sonrisa.

—Hola Alex —murmuro, intentando sonar casual. —Despertaste —agrego lo obvio.

—Si —responde en voz baja, agachando la mirada. —Lo siento mucho, creo que hacía mucho tiempo que no tomaba calmantes y...

—Está bien —la corto, solo porque parecía que en cualquier momento iba a entrar en pánico. —Todos merecemos un descanso a veces —agrego.

Ella asiente, volviendo a apartar la mirada, para luego carraspear y decir: —Yo..., iba a irme, es solo que no estabas aquí y me pareció de mala educación irme así como así, después de... —se corta, clavando sus ojos grises en los míos para apartarlos rápidamente. —Solo, no me pareció correcto.

—Esta bien, Alex —respondo. —¿Dónde te irás? —No puedo evitar preguntar.

Aquello llama nuevamente su atención y clava sus ojos en los míos, pensando.

—Yo...

—Tienes a donde ir, ¿verdad?

Se queda unos cuantos segundos con la boca medio abierta, supongo que intentando encontrar las palabras.

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora