15 de Septiembre del 2022
Una vez en la entrada de mi departamento, mantengo la puerta abierta para la muchacha —de la que todavía no sé el nombre— y espero a que entre al rellano.
Harry me da una mirada interrogante cuando nos ve entrar, pero niego levemente con la cabeza, pidiéndole en silencio que por favor no haga preguntas como siempre hace, por que el conserje es más entrometido de lo que me gustaría admitir.
La muchacha ya casi no tiembla, sino que parece tener el cuerpo más bien entumecido y la mirada ida, y no es como si yo fuera un experto en el tema, pero algo me dice que está en shock. Estoy casi seguro de que sino fuera así, no habría accedido cuando le dije que viniéramos a mi departamento, asegurándole una y otra vez que no le haría daño, pero, a decir verdad, al haberle dado mi chaqueta, prácticamente no sentía los dedos por le frío de la noche helada.
Una vez dentro del ascensor, pega su espalda en un rincón y agacha la mirada, sus manos se aprietan en puños y pareciera como que en cualquier momento podría romper en llanto de nuevo.
Abro la boca para decir algo, pero a decir verdad no sale nada, siquiera sé que demonios estoy haciendo, porque estoy trayendo a esta muchacha a mi casa, no la conozco, no puedo saber siquiera si está bien de la cabeza, pero en verdad creo imaginar lo que le pasó y la resolución de tirarse de un puente, teniendo en cuenta lo que intentaron hacerle, no me parecería de lo más descabellada.
—Es por aquí —murmuro, una vez que llegamos a mi piso.
Me aseguro de caminar por delante, solo porque siento que aquello la hace sentir más segura, como si saber que puede salir corriendo cuando quiera la tranquiliza.
Abro la puerta y entro primero, encendiendo las luces y la muchacha cierra la puerta cuando también entra.
Nos quedamos ambos parados en silencio, ella mirando mi sala de estar, yo observándola a ella.
—Yo... —digo, haciendo que clave sus ojos en los míos. —Yo no voy a hacerte daño —murmuro en voz baja y sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas. —Estás a salvo ahora —suelto.
Y esas últimas palabras son como si desencadenaran algo dentro de ella, por que de repente se rompe, un sonido ahogado sale desde su pecho y su cuerpo entero parece colapsar. Sus rodillas golpean el suelo tan fuerte que estoy seguro de que se lastimo, pero es como si el dolor que tuviera en su pecho fuera demasiado para lo que cualquier persona pudiera resistir, por que sus manos hechas puños se ciernen sobre él, como si dentro de ella doliera, doliera más que cualquier herida exterior.
Tardo unos cuantos segundos en reaccionar, solo porque me ha paralizado ver a una persona romperse de esa manera, como si estuviera desgarrándose el alma.
—Esta bien —susurro en voz baja, arrodillándome a su lado suavemente, para no asustarla. —Esta bien —repito y sus ojos enrojecidos se clavan en los míos. —No voy a hacerte daño, lo prometo, estas a salvo ahora.
Me sorprende cuando la muchacha de repente se arroja a mis brazos, enredándolos en mi espalda y enterrando su rostro en su pecho, mientras no para de llorar.
Mis brazos suavemente la aprietan contra mi, dejándola romperse en silencio, frotando su espalda de manera tranquilizadora, mientras sus lágrimas manchan mi remera.
No se cuanto tiempo estamos así, pero solo puedo pensar una y otra vez en lo que tuvo que haberle pasado, lo que tuvieron que haberle hecho.
Creo recordar que dijo que podía sentirlos tocándola, joder, eso solo me lleva a pensar que fue más de una persona.
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El día que dijimos adiós
RomansaSoy una persona a la que no escucharás quejarse de la vida que lleva: Tengo el trabajo de mis sueños y mi carrera en la firma de abogados solo va en ascenso. Acabo de ganar un juicio que me dejará en las grandes ligas. Estoy pensando en proponerle m...