CAPÍTULO TREINTA

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Junio del 2023



No estaba muy seguro de que era lo que estaba haciendo.

Solo que me había metido en esa aplicación en la que Alex se pasaba horas navegando llamada Pinterest y me había puesto a buscar ideas originales para pedirle que se casara conmigo.

No sé que me había poseído para cometer semejante locura, aunque..., no era una locura, ¿verdad?

—Lily, ¿crees que esto es una locura? —Pregunté, un poco acojonado.

Mi hermana me miró con aquel escepticismo que me hacía preguntarme si había sido una buena idea que me ayudara con esto, pero la verdad era que Lily había estado muy presentes estas últimas semanas y no solo se había hecho cercana a Alex, sino que cada que podía nos encontrábamos a la salida de mi trabajo y comprábamos comida para llevar para compartir con mi novia y nos la pasábamos todo el camino hablando.

Como lo hacen dos hermanos cercanos.

Unidos.

Y no podía negar que aquello me gustaba, me gustaba saber que podía contar con ella, con mi hermana.

Siempre había querido tener una relación más estrecha con mi familia y por más que por un tiempo lo había intentado..., a la larga me di cuenta de que nosotros no éramos de aquel modo.

Y lo acepte.

Hasta que Lily volvió a aparecer y hizo reír a Alex a carcajadas.

Y luego me pregunto como estaba, se preocupó por mi y entonces, un poco avergonzado, le confesé que no tenía amigos.

Y que no tenía a nadie más que a Alex.

Por más que había vuelto a hablar con Dylan, había veces que notaba que todavía no confiaba del todo en mi, que si seguíamos en contacto, era puramente por Alex.

No me molestaba, me gustaba que ella tuviera un amigo y sabía que a la larga volveríamos a ser aquellos dos chicos inseparables que habíamos sido alguna vez.

—Primero que nada, creo que eres un poco tarado —respondió mi hermana, porque por más que ahora nos lleváramos bien, no dejaba de ser mi hermana mayor. —Y de paso creo que es una excelente idea, creo que a Alex va a encantarle la sorpresa y supongo que dirá que sí, si no eres lo suficientemente idiota como para arruinarlo.

—No lo voy a arruinar —murmuré y entonces ella me miró e hizo esa cosa de hermana mayor que sabía que me fastidiaba una barbaridad: Enarcó una ceja. Carajo, aquello siempre me había hecho sentir inseguro, por el simple de hecho de que yo no podía hacerlo y entonces me acobarde y con los nervios a flor de piel, murmure: —Lily, ¿qué pasa si Alex me dice que no?

Mi hermana me miró, parecía que estaba debatiendo si hacerme sentir un poco más miserable o si ya había sido suficiente.

Supongo que todavía tenía una vena benevolente en su cuerpo, porque después de un suspiro, murmuró: —Vale, ¿sabes que creo?

—Ahora tengo miedo... —murmuré, tomando unas velas en forma de cactus y sin pensarlo mucho, las metí en el canasto.

Lily, por supuesto, me ignoró.

—Creo que Alex es una chica increíble —murmuró, agarrando un paquete de 24 velas pequeñas y añadiéndolas al canasto. Tenía por lo menos cien velas ya en él, pero no discutí, porque supuse que la que sabía de estas cosas más que yo, era ella. —Creo que te mira de una manera que nunca había visto mirar a nadie y creo que... —suspiró, algo cruzó por su rostro, pero no pude adivinar que—, creo que te hace mejor persona.

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora