CAPÍTULO TREINTA Y SEIS

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Noviembre 10 del 2023


No volví a verme con mi hermano de nuevo y mi madre se había cansado de llamar.

La vida seguía igual, en su monotonía constante y siendo sincero conmigo mismo, me sentía un poco perdido, sin saber a dónde era que se dirigía mi vida.

Estaba saliendo del edificio donde trabajaba cuando de repente se me había aparecido mi hermana con una sonrisa que enseguida me hizo desconfiar.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Esas son formas de saludarme? —Rebatió ella.

No le respondí, solo me quedé allí esperando a que se explicara. Lily rodó sus ojos y murmuró: —Invitaste a Max, me puse celosa y vine a buscarte.

—Podrías haber llamado.

—No habrías respondido —dijo ella y no dije nada porque tenía razón. Me llevaba menos con ella que con mi hermano mayor. —Ven, aquí cerca hay una cervecería que es buenísima.

Y entonces seguí a mi hermana que iba contándome de sus proyectos, de los que había logrado cerrar y los contratos que esperaba conseguir pronto.

Mi hermana era una arquitecta que poco a poco se hacía de renombre.

Nos sentamos en una mesa apartada, esperando que nos trajeran la comida mientras tomábamos unas pintas que nos habíamos pedido.

El sabor de la mía hizo que el destello de un recuerdo se fuera tan pronto como había llegado.

—¿Alex?

El nombre de quien había sido mi prometida saliendo de los labios de mi hermana hizo que terminara de descartar por completo aquel recuerdo.

—Ella se fue el día después de la fiesta de ascenso —respondo, escueto.

—Ha pasado un tiempo —murmura por lo bajo.

—Casi dos meses —respondo, dándole otro gran trago a la bebida.

—¿Has intentado buscarla? —Pregunta.

—¿Por qué de repente te interesa? —Pregunto en su lugar.

Me molesta que ahora finja que siquiera le interesa.

—Lo siento, no es mi asunto —se disculpa rápidamente.

Suspiro, frustrado y removiendo mi cabello con los dedos.

—Es solo que... —me detengo, intentando ordenar mis ideas—, por momentos siento que está mejor sin mi, ¿sabes? Después del accidente mi vida se convirtió en un infierno y no solo eso, el hecho de que todos en general la trataran del modo que lo hicieron y me incluyo en ello, no lo sé, simplemente creo que es mejor así.

Lily abre la boca para decir algo, pero entonces parece pensárselo mejor y en su lugar, dice: —Si crees que es lo mejor, entonces que así sea.

Y entonces Lily comenzó a preguntarme cosas de mi trabajo y así, tal como había empezado el tema de Alex, terminó.


Noviembre 25 del 2023


Lola no me había traído esta vez el juego de té que habíamos acostumbrado a compartir cada que venía a su casa de visita.

Habíamos comenzado a juntarnos fin de semana por medio y cada vez que venía, su pequeña hija se sentaba en silencio a mi lado, pero no esta vez, ahora estaba sentada en la alfombra del comedor, jugando con sus muñecas y el juego de té abandonado a un costado.

No podía comprender el porqué me molestaba que una pequeña de cinco años me ignorara.

Pero demonios, lo hacía.

Leo estaba comentándome algo del trabajo a lo cual no estaba prestándole nada de atención.

—¿Pasa algo con ella? —Lo interrumpí.

Estábamos solo los tres, debido a que Katia estaba en su habitación trabajando.

Leo frunció el ceño al darse cuenta de que en realidad no le estaba prestando atención y luego miró a su hija y algo en su rostro se suavizó, la mirada tierna y cargada de amor.

—Bueno..., creo que ella está enojada contigo —respondió como si nada.

Lo mire, confundido y sin entender.

—¿Y yo que hice?

—Oh, hombre, eso debes averiguarlo tú, si te lo digo yo, ella va a cabrearse conmigo.

—Ella no está escuchando —me queje.

—Por supuesto que está escuchando —respondió Leo, como si fuera lo más lógico del mundo. —Que hablemos de ella solo va a cabrearla más.

Suspiro y le doy otro trago a mi cerveza y Leo vuelve a hablarme de cosas a las cuales no les prestó la atención que se que merecen, pero tampoco se queja. Después de un rato, se cansa de que lo ignore y se pone a conversar con Katia, que terminó su trabajo y bajo a compartir con nosotros.

Me debato unos cuantos segundos en si ir o no, pero al cabo de un minuto pensarlo, mis pies se dirigen hacia donde Lola juega tranquilamente y una vez que estoy frente a ella... simplemente me ignora, como si en realidad no existiera.

Me quedo allí parado como un idiota, antes de suspirar con fuerza, pero la pequeña siquiera parpadea en mi dirección.

«Vaya carácter» pienso.

Decido sentarme frente suyo, pero tampoco me mira ni nada y la única señal de que se que es consciente de mi presencia, es el adorable mohín que se forma en sus labios.

—Lola —digo su nombre, pero sigue a lo suyo. —¿Cómo estás?

—Tu rompiste tu promesa —es todo lo que responde.

Y entonces me quedo de piedra, no solo porque sus palabras me sorprenden, sino porque en mi mente veo unos ojos grises mirándome fijamente y diciendo exactamente esas mismas palabras, haciendo que el corazón se me rompa un poco.

—¿Cuándo? —Pregunto, obligándome a volver al presente.

—No viniste —responde.

Y entonces vuelve a su juego, del cual esta vez, no me hace parte.

Entiendo que se refiere al último día que dije que iba a venir, pero surgió un viaje de trabajo y no pude.

—Nunca prometí nada, Lola —murmuro con cuidado—, pero puedo hacerte una promesa ahora.

Aquello llama su atención y entonces se queda mirándome atentamente, expectante.

—Puedo prometerte intentar venir aquí dos sábados de cada mes. Habrá días que no podré venir por que tendré viajes de trabajo, pero si quieres, cuando aquello pase, podemos ir al cine cuando vuelva, ¿qué dices?

Lola no deja de mirarme, atenta y luego de pensarlo unos instantes, levanta su pequeño meñique.

El flashback de algo aparece en mi mente e intento parpadear para aclarar aquella imagen, pero desaparece y entonces estoy cerrando mi pulgar mucho más grande con su meñique.

—Promesa —murmura.

—Promesa —respondo y soy recompensado con la primera sonrisa que me regala Lola.

La primera de muchas. 

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora