CAPÍTULO DIEZ

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14 de Septiembre del 2023



Alex permanece a mi lado por un rato, saludando a las personas que se acercan, a aquellos curiosos que preguntan por mi salud, si es verdad que no recuerdo a la persona que tiene su brazo enredado en el mío. Respondo con cordialidad, porque se supone que eso es lo que se espera de mi y Alex, a pesar de que se eriza a mi lado, brinda una sonrisa amistosa, comedida y supongo que en cierto momento termina siendo demasiado para ella, porque se excusa que tiene que ir al baño con una mirada suplicante en sus expresivos ojos, pero en realidad la veo salir por las puertas vidriadas que dan al patio trasero.

Intento ser cordial cuando parientes lejanos de mi padre se acercan a saludar, gente que siquiera se molesta en llamar para las fiestas importantes, que solo llamaron para saber cuánto de la herencia de mi abuelo les quedaba y después de determinado momento, terminó perdiendo la paciencia y me despido de una manera un poco abrupta, siguiendo a Alex por la dirección en la que desapareció hace unos minutos e ignorando la mirada molesta que mi padre que me lanza.

No tardo mucho encontrarla, aunque los terrenos de mis padres son enormes, el jardín en sí tiene una fuente en medio y bancos a su alrededor y aunque estoy a unos metros, puedo divisarla sentada en uno de dichos bancos, mirando la fuente fijamente, pareciendo medio perdida en sus propios pensamientos. 

Sin pensarlo mucho, me acerco lentamente a ella, a decir verdad me di cuenta hace un rato de lo mucho que disfrutaba su cercanía, una vez que había logrado relajarme a su lado, las cosas entre nosotros simplemente parecían fluir de una manera que un poco me sorprendían, asi como tambien esa necesidad un poco imposible de controlar de tenerla cerca, de permitirme de una vez por todas conocerla de nuevo, así como que ella también conozca a este nuevo yo, porque no había dudas de que yo también había cambiado después del accidente y tal vez, con suerte, volver a enamorarnos, a construir los cimientos de lo que alguna vez habíamos sido. 

Estoy a punto de murmurar su nombre para llamar su atención, cuando alguien se me adelanta: —¿Alex?

A pesar de que Joey pregunta aquello con voz calma, ella de todas maneras se sobresalta, llevándose la mano al pecho por el susto.

Sonríe, un tanto tensa, de todas maneras intenta sonar amable cuando responde: —Si —responde y luego agrega. —¿Cómo estás, Joey?

Si bien la pregunta sale de manera natural, sé que está intentando ser cordial con él teniendo en cuenta como terminaron las cosas entre ellos la última vez, pero supongo que lo hace por que sabe que él es uno de mis amigos más cercanos y quiere tener las cosas en paz.

—Bien, bien —responde Joey, terminando de acercarse donde ella se encuentra.

Tiene sus manos escondidas en el bolsillo de su pantalón de traje, así como la chaqueta abierta.

Alex se tensa cuando lo tiene cerca, por lo que se pone de pie del banco en el que había tomado asiento para estar a su altura.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Le pregunta Joey.

Alex mira hacia los lados, un poco nerviosa.

—Solo salí a pasar el rato afuera —responde y supongo que un poco sorprendida de que él esté siendo amable. —Estaba abrumada dentro —agrega al final.

Me quedo al margen de la situación, solo porque quiero que Joey se disculpe de una vez por todas y así poder seguir adelante con nuestra vida, teniendo en cuenta que lo más probable es que sigamos viendo a Joey de vez en cuando.

—Si, es un infierno de gente ahí adentro —murmura en acuerdo. —¿Dónde está Taylor? —Pregunta al final, cuando el silencio entre ellos se vuelve incómodo.

—Él... —Alex titubea—, estoy segura de que se preguntara donde estoy justo ahora.

Intenta pasar por su lado, pero Joey alarga su mano para tomarla del codo, impidiéndole que avance.

—Él estaba con Celie —miente y me digo a mi mismo que es momento de intervenir, pero por alguna maldita razón, no puedo obligar a mi cuerpo a reaccionar, no cuando la curiosidad de saber hasta dónde llevará las cosas Joey me ataca. —¿Por qué sigues aquí, niña? —Le pregunta con calma, intentando sonar gentil. —Sabes que Taylor no te recuerda, lo más probable es que no vaya a hacerlo, que no quiere hacerlo, entonces, ¿por qué insistir?

—Tu no sabes nada con respecto a nosotros —se apresura a responder ella, temblando en el lugar cuando el viento helado le acaricia la piel.

—No, de hecho, nadie lo hace —responde él y es entonces cuando caigo en cuenta de la charla que tuvimos hace un tiempo, un par de semanas atrás aquella noche en el bar cuando Matt tuvo que después llevar a casa, donde me dijo que podía intentar sonsacarle información a Alex, descubrir si en realidad no estaba engañándome.

No recuerdo que fue la mierda que hablamos esa noche, si me negue o no, solo tengo el recuerdo vivo de decirle que no se acercara a ella o algo por el estilo. 

—Curioso —responde ella, llamando nuevamente mi atención—, porque yo sí recuerdo muy bien lo que le hicieron a Taylor —sisea. —Menudos amigos de mierda —suelta al final, con las mejillas sonrojadas por el enojo.

Joey se ríe, pero no hay diversión en su expresión.

—Me preguntaba... —responde, con su mano todavía envolviendo su brazo—, me preguntaba cuánto lo amas realmente.

—Más de lo que alguien como tú es capaz de entender —responde ella rápidamente, sin una pizca de duda en su voz.

—¿Sabes? —Sigue él, ignorando lo que dijo antes y acercándose para hablarle más de cerca—, no necesitas fingir conmigo, dulzura, reconozco a tu tipo nada más verlo —agrega y Alex se queda completamente inmóvil—. Ya no tienes que fingir, puedo pagarte muy bien por muy poco de tu tiempo, Alex.

Y entonces Joey comienza a besar la piel expuesta de su hombro y ella simplemente se queda allí, con la mirada perdida.

Se me forma un nudo en el estómago y comienzo a avanzar hacia ellos, Joey cuando me ve, sonríe victorioso, mientras que Alex me da la espalda y cuando no me encuentro a más de medio metro, con la determinación de romperle la cara a quien alguna vez había sido mi amigo, el chillido desgarrador que larga ella me detiene en seco.

Empuja a Joey lejos de ella, mientras grita: —¡No vuelvas a tocarme! —Grita en su dirección. —¡Jodido hijo de puta!

Se abalanza sobre él, propinándole una cachetada que le dobla la cara al tomarlo desprevenido. Alex no se detiene ahí, sino que sigue arañando cualquier lugar al que llegue.

Chilla nuevamente cuando mis manos van a su cintura para apartarla.

—Soy yo —digo en su oído, intentando tranquilizarla. —Esta bien Alex, soy yo, te tengo, ya termino...

—¡Loca del carajo! —Se queja Joey. —¡Hija de puta! —Sisea, haciendo que Alex se gire y se acurruque contra mi pecho, como si quisiera desaparecer del mundo.

—Cierra la puta boca —me quejo, mi brazo rodeándola cerca.

La gente se aglomera a nuestro alrededor, el dueño de la firma junto con su esposa —quienes parecen adorar a mi prometida—, preguntan con preocupación si se encuentra bien, largándole una mirada desdeñosa a Joey, que tiene las mejillas sonrojadas por el enojo y la vergüenza.

Sonrío asintiendo en un vago intento de tranquilizarlos, mientras camino en dirección a la casa, arrastrando a Alex debajo de mi brazo, como debería haber hecho desde el momento en el que vi a Joey acercarse a ella, como debería haber hecho en el puto momento en el que la vi incómoda por primera vez en la noche.

Anotó una mierda más para agregar a la lista en las cosas por las que tengo que disculparme con ella, con la esperanza de que no sea demasiado tarde para ganarme dicho perdón. 

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora