CAPÍTULO DIECIOCHO

8.3K 773 62
                                    


Octubre  del 2022



Los días con Alex pasan como un borrón, un día después de la última visita de Dylan, había recibido la llamada de una psicóloga llamada Marcela Rodriguez, la cual se especializaba en el área de mujeres abusadas.

Me sentí un poco nervioso al momento de decirle que por favor no le dijera a Alex en ningún momento nada sobre sus honorarios y luego, todavía más incómodo que antes, le pedí que por favor, de ser posible, le dijera que no cobraba nada en absoluto. Ella me respondió, no duramente, pero sí con seriedad, que en el caso de que la conversación surgiera no veía ético mentirle a la paciente y la conversación quedó allí, porque después de eso pactamos un horario en el que ella podría pasar y me asegure que la primera vez que visitara a Alex, yo estuviera allí, pero también me asegure, después de confirmar que Alex estaba bien con aquello, dejarlas simplemente solas en el departamento.

Nadie más que Dylan sabía que tenía alguien que apenas conocía viviendo en mi casa y no era como si Dylan fuera realmente mi amigo, de hecho, habían pasado años de la última vez que habíamos hablado.

Matt, uno de mis amigos más antiguos, seguía llamando cada tanto, diciendo que por favor no me perdiera, que lo que había pasado entre Celie y Joey no era más que un error, que ambos estaban arrepentidos.

Y tres carajos.

Pensar en eso solo me ponía de un humor insoportable, entonces me encargaba, como cada vez, de llenarme de tanto trabajo que había noches en las que incluso me olvidaba de cenar, así como también de que había alguien viviendo en mi departamento.

Vivir con Alex, de todas formas, era extremadamente fácil, de hecho, había veces que no parecía que alguien realmente viviera conmigo, sino fuera por aquellos pequeños detalles que me hacían recordar que seguía allí, como el olor floral de su perfume en el baño principal, el cual nada más terminar de usarlo, se encargaba de dejarlo incluso mejor que antes, sin embargo esos pequeños detalles no podía encubrirlos, así como tampoco la misteriosa desaparición de las chocolatinas guardadas en mi cajón de dulces, que misteriosamente volvían a rellenarse nuevamente al día siguiente, luego de que ella volviera de su trabajo.

No tenía idea de que hacía los días que no trabajaba y tampoco era que preguntara, y aunque a veces si me podía la curiosidad y lanzaba aquella pregunta al aire, mientras cocinaba, ella simplemente no respondía.

Hubo varios días en los que simplemente tome un poco de distancia de ella, respetando su espacio, aunque en mi consideración, nunca había dejado de hacerlo, aunque no fuera aquello lo que opinaba la señora Rodriguez, que me había hecho saber que Alex me tenía miedo.

Y tres carajos otra vez.

Alex no me tenía miedo, de hecho, si se esforzara un poco más, se daría cuenta de que parecía incluso sentirse más en confianza cuando yo estaba alrededor, lo sabía por que cuando casualmente estaba en casa en algunas de sus entrevistas, que usaban por lo general el living para tener sus sesiones, después de eso, Marcela me hacía una devolución de cómo la veía, de sus avances y una tarde, muy a su pesar, reconoció que Alex parecía hablar más cuando me encontraba a su alrededor.

Entendía porque Dylan tenía en su estima a la psicóloga, eran casi tal para cual.

La cuestión fue que con Alex habíamos creado una rutina en la que ambos parecíamos sentirnos cómodos. Ella no hablaba muchos y era casi siempre yo quien llenaba los silencios, aunque podía darme cuenta de que ella siempre estaba prestando atención a lo que decía, a lo que pensaba.

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora