8 de Junio del 2026
Sabía que Alex trabajaba en una cafetería en el centro del pueblo. Había pasado parte de la mañana respondiendo mails del trabajo, pero sabía que tarde o temprano tendría que enfrentar el hecho de que tenía que, de una vez por todas, afrontar lo que había venido a hacer.
Saludo al recepcionista que me abre la puerta para salir del hotel y hago mi camino a pie hacia el lugar. El día es agradable y una brisa fresca me recorre las mejillas, mientras pienso una y otra vez en que es lo que voy a decirle una vez que la vea.
Tengo mil escenarios creados en mi cabeza, mil formas de presentarme, de saludarla.
No pude dormir en toda la noche pensando en esto, en que las cosas podían salir bien, pero también podían salir increíblemente mal.
Decidí que lo mejor era hacer mi camino a pie, me daría tiempo para pensar las cosas antes de enfrentarme por fin a Alex.
La cabeza me dio vueltas por lo que implicaba volver a vernos, me pregunte que iba a sentir cuando la tuviera enfrente.
Me pregunte de que forma cambiaria mi vida si por alguna cruel encrucijada del destino, recuperaba la memoria y tan rápido como llegó aquel pensamiento, lo descarte, porque la vida no podía ser tan perra como para jugármela de aquella manera.
Camine y camine y antes de siquiera darme cuenta, me encuentro frente a la cafetería donde trabaja Alex.
Me quedo de piedra, parado en la acera de en frente, mirando la fachada del lugar e intentando convencerme de entrar de una vez por todas.
El lugar si bien no parece a rebosar de gente, si se ve lleno y el movimiento de las puertas al abrirse y volver a cerrarse, hace que por un momento contenga la respiración.
Pero entonces nada pasa, mis ojos no se encuentran con los de Alex y la vida sigue, es que..., ¿qué demonios estaba pensando? ¿Que iba a ser de esa forma nuestro encuentro?
Niego con la cabeza, intentando de una vez por todas hacerme con la valentía para terminar de acercarme, pero no puedo, simplemente me quedo allí parado.
Inmóvil.
Muerto de miedo, por todos los cielos, que puto desastre.
El frío, inmóvil como me encuentro, comienza a pasarme factura y las mejillas comienzan a dolerme.
Salto en el lugar, levanto la mirada a las nubes grises en el cielo, cierro los ojos, los abro, miro nuevamente la cafetería, intento encontrarla entre tanta gente sin resultados.
—Eres un puto cobarde —me susurro a mi mismo.
Intento darme ánimos, hasta que al final termino por mandar todo a la mierda y dar la vuelta para irme, no doy ni dos pasos antes de volver a girarme y caminar en dirección a la cafetería.
Decidido y cuando cruzo la calle —prácticamente sin mirar—, me detengo en la puerta de entrada.
Me quedo petrificado unos cuantos segundos, alguien a mi lado me pide permiso y me mira raro, pero es que la verdad parezco un loco, no voy a negarlo.
Empiezo nuevamente a sobre pensar las cosas, me digo que tal vez Alex no está, que seguramente tiene otro horario de trabajo, eso podría pasar, ¿verdad?
Con aquella nueva resolución en la cabeza abro la puerta de la cafetería y me toma solo unos cuantos segundos antes arrepentirme, pero ya estoy abriendo la puerta y la campana tintina anunciando mi llegada. El calor del lugar pareciera que me devuelve el alma al cuerpo, aunque siquiera he dado un paso dentro cuando no distingo si es cosa de mi cuerpo, del universo o que, pero antes de siquiera ser consiente, mis ojos dan con Alex. Sé que es ella antes de siquiera mirarla a la cara porque esta de espaldas a la entrada.
ESTÁS LEYENDO
El día que dijimos adiós
RomanceSoy una persona a la que no escucharás quejarse de la vida que lleva: Tengo el trabajo de mis sueños y mi carrera en la firma de abogados solo va en ascenso. Acabo de ganar un juicio que me dejará en las grandes ligas. Estoy pensando en proponerle m...