Capítulo 4. La Corte

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Había algo en la mirada de ese chico que me hizo sentir extraña, como si de repente tuviera la sensación de que podía ver a través de mí, hasta lo más profundo de mi alma. Teniéndolo tan cerca, nunca pensaría que no estaba vivo, que era un fantasma que había estado vagando por los terrenos de esta escuela por quién sabe cuánto tiempo.

Su mirada azulada se veía inquieta, tenía las manos detrás de la espalda y parecía incapaz de quedarse en un solo lugar. Lo miré con curiosidad, se veía extraño, había creído que solo podía ser capaz de ser inexpresivo, pero claro, mi conocimiento sobre él era nulo, ni siquiera habíamos tenido una conversación larga.

—Necesito hablar contigo sobre algo crucial —expresó de inmediato, mientras yo revisaba mi entorno para garantizar que nadie me observara—. Amara, necesito que me escuches.

Asentí, considerando que era prudente guardar silencio por el momento.

—Te han advertido que debes marcharte, pero al notar tu renuencia a obedecer, debo insistir en que lo más sensato es que te distancies del otro mundo.

—¿El otro mundo? —repetí, aunque estaba al tanto de a qué se refería.

—El mundo de los muertos —explicó, un tanto impaciente—. Esto no es un juego, no deberías mantener comunicación con ninguno de nosotros, ni siquiera conmigo. Al menos finge que no puedes vernos.

Sentí una punzada de molestia.

—¿Crees que puedo controlarlo? ¿Piensas que tengo el poder de decidir cuándo hablar con ellos y cuándo no? No tengo intenciones de mantener contacto con el otro mundo, simplemente siento su presencia, la oscuridad, el frío, la niebla, las sombras... Es como si todo eso me persiguiera a donde quiera que vaya.

Max no respondió, así que continué:

—¿Qué diablos cambiará si me voy de aquí o no? La muerte me acecha y lo seguirá haciendo hasta el día en que finalmente me lleve.

—Pero Akram no te encontrará.

—¿Quién es Akram? —pregunté.

Max me observó en silencio durante varios segundos.

—El mundo de los muertos está regido por una sociedad que se autodenomina La Corte. Se encargan del orden del otro lado, asegurándose de mantener a las criaturas de la noche confinadas en el abismo y de que cada persona fallecida resuelva sus asuntos pendientes antes de encontrar la paz —empezó—. Pero tú eres la grieta que destruirá ese orden, eres algo distinto, estás en ambos mundos, y eso llamará la atención de Akram, el líder de La Corte.

—¿Qué tan grave es eso? —pregunté, temerosa de escuchar la respuesta.

—Akram no será indulgente y se encargará de tomar la decisión por ti... La elección de en qué mundo debes permanecer.

Guardé silencio, sintiéndome repentinamente paralizada al procesar tanta información.

—Pero antes querrá conocer la razón detrás de tu situación, por lo que es probable que te someta a diversos estudios, cada uno de ellos implicándote una intensa tortura —prosiguió Max—. Amara, no pretendo asustarte, solo quiero advertirte sobre lo que te espera si decides quedarte aquí. Esta no es simplemente una escuela, es la sede central de La Corte, que alberga a cientos de entidades oscuras.

Mi garganta se cerró con fuerza, ya que sus palabras solo revivieron los peores recuerdos. Sin embargo, no quería revelarle que ya había sido sometida a torturas. Mi propio padre me envió a un convento con la esperanza de curar mi 'enfermedad', que ni siquiera era una enfermedad. En ese lugar atroz, las monjas me sometieron a tantos tormentos... y yo solo era una niña.

Soporté golpes con el látigo que dejaron numerosas cicatrices en mi espalda, noches sin dormir y días sin comer como castigo por dibujar las cosas que veía. Me llamaron mentirosa, enferma, loca y otros insultos que me hicieron cuestionar mi propia cordura. Las monjas no me estaban ayudando, solo alimentaban mis dudas sobre mi salud mental.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, descubrí la existencia del mundo de los muertos: las almas en pena eran reales y no meras creaciones de mi imaginación. Además, todo indicaba que lo que estaba sucediendo podía ser consecuencia de una maldición familiar. Increíble, ¿verdad?

—Amara...

Retrocedí dos pasos cuando Max intentó acercarse. Aún no había asimilado completamente la información, había mucho que reflexionar y decidir. Necesitaba detenerme y analizar todo, aunque en ese momento lo único que deseaba era dormir. Todo esto parecía tan irreal, y de nuevo me sentí atrapada en aquel convento, con las monjas gritándome que estaba loca.

—¿Estoy loca? —le pregunté.

Frunció el ceño, abrió la boca para responder, pero en cambio empezó a titubear, como si no estuviera seguro de qué decir. Lo observé, rogándole con la mirada que me asegurara que mi mente estaba sana, que no me ocurría nada malo, que no necesitaba someterme a estudios como si fuera un maldito experimento.

—No estás loca —afirmó finalmente—. Tu situación es única, compleja, eso es todo.

—¿Tú también piensas que deberían encerrarme como a una rata de laboratorio? —pregunté, casi apretando los dientes por la molestia.

—Lo que estás experimentando no es algo que pueda ser explicado por la ciencia, Amara.

—¿Entonces debo creer que tengo una maldición? ¿Toda mi familia está bajo una maldición?

Max no dijo nada, y el hecho de que se tomara su tiempo para darme respuestas me desesperaba, quería saber todo ahora, necesitaba información.

—Acabo de explicarte que el mundo está dividido entre vivos y muertos, ¿por qué te resulta tan difícil creer que puedes estar bajo una maldición?

—Las maldiciones involucran rituales, brujería, objetos oscuros... ¿Me estás diciendo que todo eso es real?

Max asintió, mirándome con seriedad para no dejar lugar a dudas.

—¿Y qué se supone que deba hacer? —pregunté, sintiéndome agotada.

—Si decides quedarte, podemos descubrir cómo romper la maldición para que Akram no te encuentre.

—¿Por qué querrías ayudarme?

—No soy insensible, eres una persona inocente y eso está claro para mí. No permitiré que sufras torturas.

—¿Y qué sucederá cuando la maldición se rompa?

Noté que desvió la mirada.

—Tendrás una vida normal y no recordarás nada de lo que ocurrió... No sabrás que me quedaré aquí.

Si algo me quedó claro en ese momento, fue que también debía encontrar la manera de liberar a Max.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora