Cada segundo que pasaba en esa habitación era más asfixiante. La opulencia del lugar no lograba distraerme de la inquietud que sentía. No sabía cómo había llegado aquí ni cómo esa demonio llamada Thalassa nos había traído a este lugar, que parecía ser La Corte. Al despertar, me encontré en una lujosa habitación cerrada con llave. De vez en cuando, una chica entraba solo para verificar si todavía estaba allí; la última vez, me había dicho que me preparara para la cena, a lo que respondí con un gesto vulgar.
Mi enfado crecía con cada minuto que pasaba. La idea de estar atrapada en este lugar me resultaba intolerable. Me preocupaba por Max, no sabía dónde estaba ni qué le habían hecho. También pensaba en Scott, ¿estaría aquí, en alguna otra habitación? La desesperación se apoderaba de mí mientras intentaba concentrarme, esperando escuchar algo, cualquier cosa que me diera una pista sobre su paradero. Pero nada funcionaba, y el silencio de la habitación solo aumentaba mi ansiedad.
No podía soportarlo más.
La habitación, aunque lujosa, se sentía como una prisión dorada. Los muebles finamente tallados y las cortinas de terciopelo no lograban suavizar la angustia que me envolvía. Miré por la ventana, esperando ver algún indicio del mundo exterior, pero lo único que vi fue la oscuridad impenetrable. La sensación de aislamiento era total.
Estaba demasiado nerviosa y me sentía increíblemente estúpida. Todo el esfuerzo de huir y escapar de La Corte había sido en vano. Al final, una demonio desconocida nos había atrapado a Max y a mí con el poder de sus ojos. Mientras reflexionaba sobre esa información, no podía dejar de pensar en Velkara y su poder distintivo. Ella se movía con rapidez sobrenatural, tenía una fuerza descomunal y parecía capaz de teletransportarse a cualquier lugar.
Thalassa había mencionado que podía alterar su apariencia, por lo que se había presentado ante nosotros sin los cuernos y con una piel blanca y humana. Eran cazadoras demonio extremadamente peligrosas, una amenaza contra la cual no tenía ninguna defensa.
Justo entonces, la voz de la chica que me había estado atendiendo interrumpió mis pensamientos. Asomándose por la puerta, dijo:
—¿Se encuentra lista, señorita? La cena está servida. El señor la espera con sus invitados.
Sus palabras me hicieron sentir un nudo en el estómago. La idea de enfrentarme a Akram, de cenar con esos desconocidos, me resultaba abrumadora. Pero sabía que no tenía opción.
—¿Dónde está Max? —pregunté mientras caminaba junto a ella, saliendo de la habitación y entrando en un enorme pasillo. Ella no respondió, solo me ignoró con fría indiferencia—. ¿Max estará en la cena también?
Seguimos avanzando por el pasillo, y mientras lo hacíamos, intenté memorizar cada detalle en caso de que lograra escapar. El estilo del lugar me recordaba a una casa victoriana, con su decoración antigua y lujosa. Las paredes estaban adornadas con retratos de personajes solemnes y tapices intrincados, y el suelo de madera crujía ligeramente bajo nuestros pasos.
Finalmente, llegamos a una gran puerta doble que se abrió por sí sola, revelando un majestuoso salón comedor. El brillo de una lámpara de cristal colgante iluminaba la sala, mientras las velas encendidas proyectaban sombras danzantes en las paredes. La mesa era enorme, rodeada de muchas personas, todas con una apariencia intimidante y, en algunos casos, inhumanamente hermosa. Era difícil reconocer tanto lujo con la idea de estar en el limbo.
—...lo que pasa es que Thalassa no quiere admitir que está celosa —escuché decir a Velkara, su voz clara sobre el murmullo de la conversación.
La chica me asignó un asiento, y todas las miradas se posaron sobre mí. Al principio, evité el contacto visual debido a la incomodidad que sentía. Me encogí en mi asiento, consciente de estar rodeada de enemigos. La tensión en la sala era palpable.
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El fantasma de Wonder Hall ©
FantasiAmara es enviada a la prestigiosa secundaria Wonder Hall en Estados Unidos, pero su sueño de obtener un título se convierte en una pesadilla cuando descubre que el colegio esconde oscuros secretos. A medianoche, los pasillos cobran vida y, lo más in...