En ese momento, ocurrieron muchas cosas, y yo solo podía observar a todos. Camille alternaba su mirada entre Scott y yo, sin saber con quién estábamos hablando. Fue entonces cuando comprendí un poco la situación: Scott estaba muerto, pero de alguna manera lograba permanecer en este mundo y ser visto por todos. Sin embargo, Max no, él no podía ser visto por personas que no fueran parte del limbo.
Intenté analizar la situación lo más rápido posible en medio de la tensión. Había conocido a Scott y nunca lo consideré una amenaza, me parecía un chico insoportable y pretencioso. Sin embargo, Camille tenía razón, él era peligroso. Trabajaba para La Corte, vagando por este mundo en busca de personas como yo. Me había llamado navegante. Scott no estaba vivo y mantenía ese hecho en secreto.
—Te advierto que sufrirás graves consecuencias si interfieres en el trabajo de La Corte —murmuró Scott, sus ojos marrones volviéndose un poco oscuros y amenazantes.
—Estoy muerto. ¿Qué daño podrían hacerme? —respondió Max con aburrimiento.
—Te recuerdo que el limbo no solo está habitado por fantasmas. Hay numerosas criaturas y seres que podrían hacerte sufrir —agregó Scott con una sonrisa temeraria.
—Cada día que paso entre los mundos intermedios me queda más claro que eres un traidor —soltó Max con desprecio—. Nunca mereciste nada de mí, Scott.
Hubo un instante de silencio tenso, donde pude notar un ápice de dolor y tristeza en los ojos de Scott al escuchar estas palabras. Parecía que el peso de la acusación había golpeado algo dentro de él, aunque desapareció tan rápido como había llegado. Entonces, con una voz tensa pero controlada, habló:
—Te daré una última oportunidad. Vete de aquí y déjame llevarme a la chica, y no le reportaré nada a mis superiores.
—Dile a Camille que busque el ancla de Scott y lo destruya —exclamó Max rápidamente hacia mí, antes de lanzarse hacia su enemigo en un abrir y cerrar de ojos, dando inicio a una intensa lucha. Me quedé paralizada, lamentando mi incapacidad para reaccionar rápidamente ante situaciones como esta—. ¡Hazlo, Amara!
—¡Camille, destruye el ancla de Scott! —grité, comenzando a correr hacia ella. Camille comprendió al instante lo que tenía que hacer y se puso en marcha. La seguí desesperada, consciente de que debíamos alejarnos de Scott lo antes posible.
Corrimos hacia la parte trasera de la escuela, continuando más allá del edificio, adentrándonos en la oscuridad del bosque hasta llegar a un cementerio, sombrío y tétrico. Seguimos corriendo hasta alcanzar una tumba, donde el nombre de Scott estaba grabado en la lápida, aunque las fechas de nacimiento y fallecimiento estaban borrosas. En medio de la tumba, yacía una chica desangrándose sobre la lápida.
Camille apartó a la chica de la tumba, quien despertó de inmediato al ser desplazada del lugar. Luego, colocó su mano sobre la lápida y comenzó a recitar unas palabras en lo que parecía ser latín. Lo siguiente que ocurrió fue un destello, una especie de explosión tan intensa que fui arrojada hacia atrás. Golpeé mi cabeza contra una de las lápidas y temí quedar inconsciente, el impacto fue tan fuerte que me dejó sin aliento durante un instante que pareció una eternidad.
—La chica era el ancla de Scott —dijo Camille con una voz desprovista de emoción, acercándose a mí para ayudarme a levantarme—. Un sacrificio de sangre de una persona viva es lo que necesita un muerto para anclarse al mundo de los vivos. Cuando la sangre se agota o la persona es alejada de la tumba, el ancla se rompe y el muerto es devuelto al limbo.
Mientras Camille explicaba esto, el eco del impacto aún resonaba en mi cabeza. Mis sentidos se aclaraban lentamente, pero el dolor persistía, punzante y constante. Al levantar la vista, contemplé el paisaje del cementerio iluminado por la luna, que dibujaba sombras fantasmagóricas entre las lápidas.
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El fantasma de Wonder Hall ©
FantasiaAmara es enviada a la prestigiosa secundaria Wonder Hall en Estados Unidos, pero su sueño de obtener un título se convierte en una pesadilla cuando descubre que el colegio esconde oscuros secretos. A medianoche, los pasillos cobran vida y, lo más in...