Capítulo 9. El pasado

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Hablar con mis ancestras. ¿Era realmente posible? ¿Eran de una línea de sangre directa o se remontaban a los Bones de Estados Unidos? Estaba cansada de tantas preguntas sin respuesta. Necesitaba hablar con mi madre, averiguar si todo esto tenía sentido.

—¡Amy! —exclamó con alegría al responder la llamada—. ¿Cómo te va en clases?

—¿Tenemos familiares en este país? —pregunté sin rodeos.

—Oh, ¿has conocido a la tía Odette? ¿Te la has encontrado?

—¿Tía Odette?

—La hermana de tu padre, claro. Ella ha establecido a toda su familia en Estados Unidos.

¿Mi padre tenía una hermana llamada Odette? ¿Cuántas cosas más no sabía sobre mi propia familia?

—¿Entonces tenemos ancestros americanos?

—Por supuesto, querida —respondió riendo—. ¿Ancestros, dijiste? ¿De dónde sacaste esa palabra tan arcaica?

Me quedé escuchando a mi madre cambiar de tema con normalidad, reírse y hablarme sobre cosas sin importancia, banalidades. Mientras ella parloteaba sobre el clima y la última reunión del club de jardinería, no podía evitar pensar que mi madre era una falsa, una hipócrita sin límites. Siempre que hablaba conmigo, fingía interés, se reía de manera exagerada y hacía comentarios que parecían ensayados. Sabía que ella no era una mujer feliz, hacía tiempo que la chispa en sus ojos se había apagado. Sin embargo, se esforzaba en mantener esa fachada de alegría, incluso con nosotras, sus propias hijas.

Hablamos un rato más sobre temas triviales hasta que decidí despedirme y colgar. Necesitaba prepararme mentalmente para lo que debía hacer: dirigirme al lugar más recóndito de Wonder Hall para invocar a los poderosos espíritus de Las Tres. Era de noche, así que me quité el uniforme y me cambié. Camille aún no había regresado de la cena, lo cual me dio el tiempo necesario para prepararme sin interrupciones. Me vestí con un suéter y unos shorts cómodos, y luego me até el cabello en una coleta.

Con pasos decididos, me dirigí al baño, sabiendo perfectamente cuál sería mi reflejo en el espejo. Levanté la mirada lentamente, pero el rostro que me devolvió la imagen era el de una Amara diferente, muerta, un cadáver con ojos vacíos. Me quedé observando esa imagen por un momento, reconociendo la distancia entre quien era y quien había sido.

No obstante, justo cuando estaba a punto de irme, una imagen oscura comenzó a emerger del espejo. La figura que apareció era una persona calva, con la mandíbula desencajada y los ojos desorbitados, fijos en mí con una intensidad aterradora. El horror de la visión se intensificó cuando la criatura emitió sonidos guturales, como si intentara hablar desde lo más profundo de su garganta. Con un movimiento lento pero decidido, la criatura extendió una mano huesuda, con uñas largas y sucias, hacia mí.

El pánico me paralizó cuando sentí sus dedos helados y ásperos agarrar mi cabello con una fuerza brutal. Un grito desgarrador escapó de mis labios mientras la criatura tiraba de mí sin piedad, arrastrándome hacia el espejo.

Intenté resistir, mis manos aferrándose desesperadamente al borde del lavabo, pero la fuerza de la criatura era inhumana. Mis pies resbalaban en el suelo mientras luchaba por mantenerme en la realidad, cada vez más cerca del espejo que ahora parecía un portal oscuro y siniestro.

La superficie del espejo, que antes reflejaba mi rostro, se había transformado en un vórtice turbio y líquido, emanando un frío intenso. Mi rostro se acercaba cada vez más a esa barrera gélida, y el aire alrededor se volvió denso y opresivo. Podía sentir la oscuridad envolviéndome, una sensación de vacío y desesperación que me robaba el aliento.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora