Capítulo 38. La liberación

14 6 0
                                    

Scott

Mientras luchaba cuerpo a cuerpo con Akram, cada movimiento se sentía como un martillazo en mi cuerpo. Me había enviado al suelo varias veces, mi respiración era un jadeo ahogado y cada músculo en mi cuerpo dolía hasta el límite. El agotamiento era como un peso de hierro que me arrastraba hacia abajo, pero no me permitía el lujo de rendirme. La furia y la desesperación eran mi única fuente de energía. No podía dejar a Akram con vida; no después de todo el sufrimiento que había causado. Tenía que acabar con él de una vez por todas, incluso si me costaba la vida.

En medio de nuestra lucha frenética, algo cambió. Fue un instante, un jodido pestañeo, en el que sucedió un torbellino de eventos. Vi a Abigail, su figura se movía entre las sombras, aprovechando una distracción para lanzarse hacia Akram. Con un gesto que apenas pude discernir en la confusión, sus ojos destellando con la determinación de una bestia, utilizó el poder de Thalassa para arrancarle el talismán que Akram llevaba colgado al cuello. Sus garras brillaron bajo la luz tenue antes de cerrar sus dedos con fuerza alrededor del cristal que pendía del talismán.

El tiempo pareció detenerse cuando Abigail, con un grito de esfuerzo y rabia, rompió el cristal en dos. Un estallido negro sacudió el aire, como una ola de tinta que se desbordaba, cubriendo todo con una oscuridad impenetrable. Los lamentos y gritos se alzaron en el viento, un coro de voces en un idioma antiguo, retumbando en mis oídos y en mi mente, como si intentaran arrastrarme con ellas al abismo. El aire se volvió pesado, casi líquido, y sentí que me asfixiaba. Cada respiro era un esfuerzo monumental, como si estuviera inhalando polvo y muerte.

Apenas tuve tiempo de recuperar el aliento cuando una segunda explosión iluminó el espacio, esta vez con una luz tan intensa que me cegó momentáneamente. Lo supe en ese instante: Amara. Era su esencia, su poder liberándose de las cadenas que la mantenían prisionera. La luz blanca lo inundó todo, borrando la oscuridad, su brillo era cálido y puro, como un amanecer después de una larga noche. Por un breve momento, sentí una chispa de esperanza.

Akram, sin embargo, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, llenos de una furia primitiva. En un parpadeo, se giró hacia mí, abandonando toda pretensión de control. Con un rugido, se abalanzó, sus golpes ahora desprovistos de la potencia de su magia oscura, pero llenos de rabia y desesperación. Sin el talismán, era más débil, humano incluso, pero su fuerza física aún era devastadora. Me golpeó con más fuerza que antes, sus puños eran martillos, cada impacto resonando en mis huesos. Sentí que me faltaba el aire, mi visión se nubló con manchas de colores y tuve que reunir cada fragmento de voluntad para mantenerme de pie.

El dolor era insoportable, pero no podía permitirme caer. No cuando Amara estaba tan cerca, no cuando había una posibilidad, por pequeña que fuera, de que pudiéramos vencer.

—Aunque el maldito limbo sea destruido, ¿crees que eso marcará mi fin? —La voz de Akram resonaba como un trueno—. ¿Crees que podrán olvidar lo que les hice? ¡Todos esos fantasmas ahí afuera se irán de aquí rotos por mí! ¡Yo les quité todo lo que tenían, sus recuerdos más felices incluso! —Sus ojos ardían con locura y triunfo, mientras cada palabra salía de sus labios con intensidad.

Lo observaba atentamente, dejando que hablara, porque lo conocía demasiado bien. Sabía que su lengua era su peor enemiga, que en su afán de demostrar su poder y grandeza, terminaría por desvelar más de lo que pretendía. Era un maestro de la manipulación, pero también un esclavo de su propio ego.

—¿De dónde crees que salieron mis criaturas, mis amadas bestias, Scott? —continuó, su voz bajando hasta convertirse en un susurro enloquecido.

Fruncí el ceño.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora