Capítulo 13. La caída

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—Así que la bruja quiso venir —murmuró Abigail con desprecio, su voz impregnada de un frío veneno—. Dile que nunca se aparezca por aquí, las brujas no son bienvenidas por los espíritus ancestrales.

La observé con cautela. Abigail Bones, con su largo cabello negro que caía como una cascada de sombras, sus ojos felinos de un amarillo hipnotizante, y sus facciones que irradiaban una belleza peligrosa y seductora. Seguramente en vida había sido una fuerza imparable, con ese temperamento feroz y actitud arrogante. No era amable. Durante los entrenamientos, me dirigía palabras duras, regaños acerados que me hacían sentir que nunca podría superar sus pruebas. Las demás eran tranquilas, me explicaban las lecciones con paciencia. Pero Abigail era diferente. Ella era un desafío constante, una tormenta que me empujaba al límite.

—Camille es una bruja, es verdad, pero es diferente al resto. Ella es mi amiga y está tratando de ayudar.

—¿Y quién dijo que necesitas ayuda? No necesitas nada más que nuestra guía. Haz a la bruja a un lado y dile que se encargue de sus propios asuntos.

—No pienso hacer eso solo porque a ti no te agraden las brujas —le respondí, sintiendo cómo su mirada penetrante se clavaba en mí.

Abigail sonrió con burla y se acercó, su figura imponente eclipsándome.

—Ahí está —dijo—. El carácter que no muestras pero que deberías sacar más a menudo.

—Ya deja de molestarla, Abigail —murmuró Aretxa con aburrimiento desde la esquina de la habitación—. Amara ha mostrado un satisfactorio progreso y ha utilizado sus poderes de la mejor manera. ¿Qué más esperas que haga?

—Acorralar a Scott Langdon como la maldita escoria que es —respondió, mirando sus uñas pintadas de negro con desdén—. ¿O acaso no es eso para lo que has venido, querida Amara? Necesitas un plan, una sugerencia para entrar en la mente de Scott y ver sus recuerdos.

La miré con molestia.

—No es justo que puedas leer mis pensamientos.

—Tu mente es como un libro abierto para los espíritus. Podemos acceder a ella con facilidad. Tienes que aprender a bloquear nuestro acceso, o podría ser mortal para ti —dijo Avery con una preocupación notable en su voz.

—¿Y no creen que debieron empezar a entrenarme por ahí? —pregunté, con molestia.

—Te habríamos dado todo el entrenamiento más rápido si fueras capaz de soportarlo, pero tu mente es vulnerable, débil, y desde luego no queremos volverte loca.

Suspiré.

—¿Cómo conoces a Scott? —le pregunté a Abigail.

—Es el perrito faldero de Akram. Ese idiota es responsable de las muertes de casi todos los navegantes del mundo entero. Es un cazador, acaba con personas como nosotras y no muestra piedad alguna —respondió con seriedad—. Me atrapó una noche y me tuvieron cautiva en La Corte. No me asesinaron porque logré escapar, pero las cosas que me hicieron... Nadie sería capaz de soportarlo.

Me quedé sin palabras. Scott había capturado a Abigail, conocida como el Fantasma Destructor, el Espectro Despiadado. A Abigail, fuerte, rebelde, imparable. La habían capturado y mantenido en La Corte por culpa de él. Otra demostración de que él era más fuerte de lo que creíamos, y yo aún no estaba protegida. Scott podía atraparme en cualquier momento.

—Espera —dije de repente—. Dices que Scott te atrapó y fuiste llevada a La Corte. Pero tú viviste hace muchísimos años, y tu muerte fue hace ya demasiado tiempo. Según tengo entendido, Scott lleva muerto solo dos años. Lo que me dices no tiene sentido.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora