Corrí a toda velocidad cuando Scott me gritó que lo hiciera. La oscuridad era abrumadora y cada paso que daba intensificaba el frío, como si el mismo aire me atravesara hasta los huesos. Aunque en el limbo mi forma era la de un esqueleto, no podía evitar sentirme como si estuviera en el mundo de los vivos.
Scott corría detrás de mí, y no había experiencia más aterradora que avanzar a ciegas, completamente desorientado, con la certeza de que monstruos terribles nos acechaban, hambrientos y ansiosos por atraparnos. Seguí las indicaciones de Scott: primero izquierda, luego derecha, derecha de nuevo, izquierda, derecha, y finalmente en línea recta. Me las gritaba con la seguridad de alguien que había pasado meses en el abismo memorizando cada ruta para escapar.
—No encuentro la maldita salida de este laberinto —exclamó Scott, furioso, deteniéndose de golpe.
Me detuve también y cerré los ojos, intentando calmar mi respiración. Entonces, las imágenes y la información empezaron a fluir en mi mente de manera inconsciente.
—Solo es un monstruo —murmuré—. Es un Nebulán, un monstruo que desorienta y pierde a sus víctimas en caminos laberínticos. Seguiremos corriendo por el mismo sendero hasta que se aburra de nosotros y nos devore.
Scott no respondió de inmediato. En cambio, lo vi moverse hasta sacar de su bolsillo una roca que emitía una luz blanca intensa, como si sostuviera la luna en la palma de su mano. Al acercarse, noté sus ojos marrones oscuros mirándome con cautela. Su cabello rubio caía en desordenados mechones sobre su frente, y las cicatrices en sus brazos y torso no hacían más que acentuar su atractivo, contando historias de batallas pasadas.
—¿Cómo sabes eso? —me preguntó.
—¿No crees que deberías haber sacado esa maldita cosa hace rato?
—La ventaja de la oscuridad es que no tengo que ver tu cara de enfado.
—¿Yo tengo cara de enfado? ¿Debo recordarte quién es el que siempre tiene la expresión de odio?
—Tú.
Sea cual fuera la expresión que hice, provocó que los labios de Scott se curvaran en una sonrisa encantadora y burlona, lo que me hizo quedarme mirándolo más de lo debido. Hasta ese momento, era la primera vez que veía una sonrisa genuina en él, y era realmente hermosa.
—Así que sabes sonreír —dije.
—¿Y tú sabes cerrar la boca? —respondió con sarcasmo.
—Sigues siendo un idiota.
—Y tú una llorona.
La atmósfera entre nosotros se relajó un poco con esa breve interacción cargada de humor y complicidad.
—¿Cómo sabes todo esto del monstruo? —preguntó Scott después de un rato, aclarando su garganta y apartando la mirada.
—No lo sé exactamente, es como si simplemente lo sintiera. La información llega a mi cabeza cuando me concentro —respondí.
Scott reflexionó un momento, con la roca en la mano aún emitiendo su luz lunar.
—Parece ser una habilidad muy útil —murmuró—. La Corte aún no sabe que los navegantes pueden hacer eso, pero les interesaría mucho. Dime, ¿puedes sentir dónde está el monstruo ahora?
Cerré los ojos y me concentré intensamente, bloqueando todo excepto mi respiración. Sentí que el Nebulán estaba relativamente lejos de nosotros. La información sugería que nos había perdido de vista y teníamos la oportunidad de escapar más lejos. Cuando le informé a Scott, asintió en silencio y me agarró del brazo sin delicadeza, apresurándome a caminar más rápido. Sus largas piernas y considerable altura lo hacían más rápido que yo.
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El fantasma de Wonder Hall ©
FantasíaAmara es enviada a la prestigiosa secundaria Wonder Hall en Estados Unidos, pero su sueño de obtener un título se convierte en una pesadilla cuando descubre que el colegio esconde oscuros secretos. A medianoche, los pasillos cobran vida y, lo más in...