Capítulo 39. El puente

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Después de la agotadora batalla, regresamos a Wonder Hall, con la sensación de que la paz era solo un respiro temporal. Nos refugiamos en mi habitación sin que nadie notara nuestra presencia, y, en el silencio que siguió, la conversación sobre los eventos recientes parecía ser un tema extraño. En mi caso, me dediqué a dormir profundamente, a intentar comer algo para evitar sentirme débil y a descansar todo lo que podía. Scott había desaparecido por momentos, solo apareciendo esporádicamente para revisar cómo estaba.

Esa tarde, sin embargo, la rutina se rompió. Todos entraron a mi habitación, y me vi obligada a ponerme de pie para saludarlos. Para mi sorpresa, Thalassa me recibió con una sonrisa de emoción que parecía iluminar la sala. Se abalanzó sobre mí y me rodeó con un abrazo fuerte. Yo correspondí con una risa nerviosa y un poco confundida, notando algo diferente en ella. Se veía radiante y llena de vida, una imagen de felicidad que contrastaba con la fatiga que sentía en mi interior. Scott me miró con ese brillo en los ojos que solía adorar, mientras Max, que estaba presente, parecía exhausto.

No supe por dónde empezar. El silencio en la habitación se hacía pesado.

—Me parece que ha llegado el momento de que hablemos sobre qué demonios sucedió en el limbo —dijo Scott, rompiendo el silencio con su voz grave y seria.

Max se volvió hacia Thalassa, su mirada cargada de desconfianza.

—¿Sigues siendo Abigail? —preguntó, su tono tenso.

Thalassa sacudió la cabeza lentamente.

—No, Abigail desapareció y ni siquiera me di cuenta de cuándo dejó mi cuerpo. No sé dónde está ahora.

Mi confusión aumentó, y abrí la boca ligeramente en señal de sorpresa.

—¿De qué están hablando? —pregunté, buscando entender la situación.

Scott me lanzó una mirada complicada, como si supiera que la respuesta no sería fácil de digerir.

—Cuando no lográbamos encontrarte, Abigail apareció ante nosotros con sus burlas y comentarios desagradables. Max tuvo la idea de forzar a Abigail a unirse a nosotros en la batalla. La hizo hacer un juramento ancestral para asegurarse de que no intentara traicionarnos. Al final, pidió el cuerpo de Thalassa.

La revelación me dejó sin palabras. Mi mente luchaba por procesar la magnitud de lo que Scott había dicho.

—¿Y ustedes aceptaron eso? —pregunté con incredulidad.

—Yo misma acepté —dijo Thalassa, su sonrisa apenada—. Era una oportunidad única para derrotar a Akram. No podía dejar pasar esa oportunidad.

Me quedé en silencio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para expresar cómo me sentía.

—Entonces —dijo Max, con su mirada azulada fija en mí, como si buscara una respuesta en mi interior—. ¿Cómo te sientes?

La pregunta me resultó incómoda y, al mismo tiempo, inevitable. Solté un suspiro profundo, buscando equilibrio en medio de mis pensamientos confusos.

—Creo que cansada —comencé, intentando organizar mis ideas mientras las palabras salían con esfuerzo—. No sé cuánto tiempo Akram me mantuvo cautiva. Me pidió que lo ayudara con sus planes retorcidos, y como me negué, él... se metía en mi cabeza constantemente. Creaba ilusiones tan dolorosas que en un momento no podía distinguir entre lo real y lo imaginario —Mi voz se quebró, y me detuve un instante para recuperar la compostura—. El daño que me hizo quedará grabado en mi memoria. Tendré secuelas que no sé si podré superar algún día. Supongo que he añadido más cicatrices a mi alma.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora