Capítulo 28. La confrontación

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Akram había desaparecido. Los fantasmas me envolvieron, susurrando en un idioma que sólo conocía en mis pesadillas. Miré a mi alrededor cautelosa, observando cada uno de sus rostros desfigurados. Entre ellos, una muchacha delgada con ojeras marcadas, su boca señalaba hacia abajo en una mueca de abatimiento profundo, y en su mano sostenía un frasco de pastillas. Tragué saliva, sintiendo una oleada de tristeza al comprender la causa de su muerte.

—Yo puedo liberarlos, puedo liberarlos a todos de su sufrimiento. Solo tienen que dejarme ayudarlos —insistí, retrocediendo mientras ellos se acercaban.

—¡Los navegantes nos han fallado! ¡Nos han dejado sufriendo por siglos! —uno de ellos gritó.

—Los navegantes han dejado de existir por culpa de La Corte. Ellos se han encargado de eliminarlos a todos —respondí, intentando mantener la calma.

—¡No hemos de confiar en un navegante nunca más! —el fantasma que gritó eso me lanzó una bofetada tan fuerte que fui disparada hacia atrás. Caí con fuerza, quedándome sin aire por unos instantes. Supe en ese momento que tenía que defenderme, que debía dejar de huir en situaciones de peligro, y que debía usar los poderes que todos decían que tenía, aunque aún no supiera cómo controlarlos.

Me levanté, todavía mareada por el golpe, y extendí las manos hacia ellos. Mi respiración era fuerte y entrecortada. Cerré los ojos un momento para concentrarme, sintiendo algo en el estómago, una punzada que se convirtió en una corriente de energía. Cuando otro fantasma intentó abalanzarse sobre mí, fue expulsado bruscamente hacia atrás por una proyección de energía invisible que salió de mis manos.

Los fantasmas se endurecieron al ver que estaba atacando. Esta vez, todos se reunieron para acabar conmigo. Me esforcé por concentrarme más; mi cabeza punzaba y la sentía presionada, como si no me estuviera llegando oxígeno al cerebro. La magia volvió a salir de mis manos, la dirigí con todo el esfuerzo hacia el grupo de fantasmas. La explosión fue más fuerte esta vez, ondas de choque salieron hacia los fantasmas, debilitando su resistencia.

—¡Déjenme en paz! —grité con dificultad.

Después de eso, supe que ya no tenía control sobre lo que estaba sucediendo. Cerré los ojos y apreté los dientes, extendiendo los brazos a mis lados. Sentí como si un campo de energía espiritual se estuviese creando, uno tan grande y poderoso que parecía absorberme la vida. Cuando sentí que el campo estaba lo suficientemente grande, lo dejé escapar con un grito. La energía se extendió por el limbo, rodeando a cada fantasma con una luz blanca, purificándolos y liberándolos de su maldición, permitiéndoles pasar al más allá.

La explosión continuó extendiéndose. Intenté detenerme, pero algo parecía estar arrancándome la vida. El dolor era insoportable y mis gritos resonaban por todo el lugar. De repente, una bofetada me sacó de mi trance. La fuerza del golpe me dejó sin fuerzas, y cuando pensaba que caería al suelo, alguien me sostuvo.

—¿Acabas de perder la cabeza? ¿Qué mierda crees que estabas haciendo? —dijo una voz masculina que no reconocí de inmediato. Me sentía tan débil que apenas podía ver dónde estaba—. Pudiste haber destruido todo el limbo en un segundo y a ti misma de paso.

El hombre me sacudió por los hombros, lo que me enfureció. Le di un manotazo para que me soltara. Cuando pude reubicarme, vi que Lucian me miraba con ojos recelosos desde su inmensa altura. Su cabello castaño y largo, hasta los hombros, enmarcaba unos hombros anchos y una piel bronceada. Su rostro atractivo demostraba que era capaz de aplastar a cualquiera.

—¿Me golpeaste? —le dije, ofendida.

—¿Pensabas que te iba a dejar destruir todo? Claro que no, niña insensata.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora