Capítulo 25. El destino

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Con todo lo que había sucedido, no me había detenido a pensar en la gravedad de la situación, ni en la magnitud de la información que poseía ahora. No sólo Scott estaba en el bando bueno, sino también Thalassa, esa extraña demonio que siempre me había mostrado tanto desprecio. Resultaba que ella también luchaba en secreto por la causa de vencer a Akram. Todo esto era muy extraño, y aún más perturbador era el descubrimiento de una posible fuente de poder de Akram. Sin embargo, a pesar de este avance, no había mucho que pudiéramos hacer, al menos no por ahora.

La habitación en la que nos encontrábamos Scott y yo estaba oscura, apenas iluminada por unas velas parpadeantes.

—Aunque Akram posea y utilice el poder del talismán, la historia dice que sólo puede obtener almas que se ofrezcan por voluntad propia —dije, tratando de organizar mis pensamientos en voz alta—. No creo que haya forma de que un fantasma le ceda su alma a él voluntariamente, sería como llevarse a la perdición por sí mismo.

Scott asintió, frunciendo el ceño mientras estudiaba mi mirada. Llevábamos horas en esa habitación, buscando cualquier pista que pudiera ayudarnos a entender mejor cómo Akram manipulaba las almas.

—Pero de la misma forma —replicó Scott con voz grave—, el talismán no tiene la capacidad de robar las almas. Akram debió encontrar alguna manera de hacer que los fantasmas se la den... Es completamente extraño.

Me recosté en la cama, masajeando mis sienes. La lógica de todo esto se escapaba de mi comprensión. Si los fantasmas no podían ser forzados a entregar sus almas, ¿cómo lo estaba logrando Akram?

—Quizás está utilizando algún tipo de truco o engaño —murmuré—. Algo que haga que los fantasmas crean que están tomando la decisión por su propia voluntad.

Los ojos de Scott se llenaron de preocupación y tristeza.

—Amara —dijo, su voz cargada de una gravedad que hizo que mi corazón se encogiera—. ¿Qué planeas hacer cuando Akram sea derrocado del poder? ¿Qué planeas hacer con el limbo?

Me sobresalté ante la crudeza de la pregunta. Era algo que no me había atrevido a considerar hasta ese momento.

—¿Se supone que yo debo decidirlo? —pregunté, sintiendo temor.

—Tú eres la navegante de los mundos intermedios —afirmó Scott con tono de obviedad—. Cuando todo esto haya sido resuelto, eres tú la que debe ponerle fin a todo.

Bajé la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. La responsabilidad que me atribuía era abrumadora.

—Creo que el limbo debería ser destruido —dije finalmente, mis palabras cargadas de una convicción que ni yo sabía que tenía—. Todas las personas que mueren están condenadas a llegar a este lugar, donde pasan mucho tiempo hasta que un navegante los encuentre y los libere. No me parece correcto. Los muertos deberían ir hacia la paz.

—Así no es como las deidades lo consideran correcto —replicó con suavidad.

—Ya lo sé —respondí con cansancio—. Los navegantes existen porque el ángel de la vida decidió crearlos como un puente hacia la luz para los fantasmas, para las pobres almas errantes que mueren con asuntos pendientes. Pero, ¿qué hay de nosotros? ¿Qué hay de todos los navegantes que fueron cazados y asesinados solo por el trabajo que estamos obligados a realizar?

Scott apartó la mirada, incómodo ante el tema. Su silencio hablaba de una verdad dolorosa que ambos sabíamos.

—¿Qué ganamos nosotros sino ser aterrorizados y perseguidos por un trabajo que no elegimos realizar? —continué, mi voz quebrándose con la emoción reprimida—. El ángel de la vida eligió como navegantes a todos aquellos que estaban a punto de morir, nos salvó de la muerte para que pudiéramos ayudar a otros que lo necesiten. Pero eso no cambia el hecho de que somos sacrificados.

El fantasma de Wonder Hall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora