Capitulo 6.

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Barriendo mi cabello hacia atrás, coloqué mi gorro de lana intentando tapar la herida con el mismo. El frío comenzaba a hacerme doler la cabeza y ya no sentia mi nariz. Ahuecando las manos sople dentro, intentando llevar un poco de calor a mi cuerpo. Pareciera como si el tiempo me estuviera haciendo una broma de mal gusto, las heridas que no habian curado sobre mi cuerpo parecian turturarme, doliendo más con cada grado que bajaba mi temperatura corporal.

Maldiciendo en voz baja por haberme quedado más tiempo en la biblioteca y no haber aceptado el viaje a casa que Niall me habia ofrecido, aligere mi paso. La casa quedaba lo suficientemente lejos como para congelarme en el camino, pero tía Magda se habia negado a darme dinero para tomar un autobus por lo que me tocaba caminar, helandome la sangre.

El sonido de una bocina llegó a mis oidos pero no me volteé. No porqué no quisiera, si no porqué luego de cinco cuadras mi cuerpo parecia trabajar en automatico. Me dolian los dedos de las manos, por lo que los moví dentro de mi campera descubriendo la poca sensibilidad en ellos.

— ¡Zayn! — Un auto paro a mi lado, haciendo un esfuerzo sobrehumano por culpa de mi congelado cuerpo, me voltee hacia él. La ventanilla del conductor estaba baja hasta la mitad, mostrando una linda cabellera castaña en conjunto con unos brillantes ojos miel. — ¿Que rayos haces en la calle con este frío? Sube, te llevo.

— N-no e-es n-nec... — El castañeo de mis dientes hacia imposible que las palabras salieran de forma fluida. Liam abrió la puerta arrojandose fuera y atrayendome hacia su cuerpo.

— Mierda. Estas congelado, pequeño. — Comenzó a frotar mis brazos sobre mi fina campera deportiva, guiandome al asiento del acompañante sin ninguna resistencia de mi parte, estoy seguro de que fue por culpa del frío y no por el hecho de que el suave olor de su perfume me desoriento. No, fue completamente culpa del frío.

— L-Liam, n-no e-es...

— Nada. Sientate aquí y cuando estes lo suficientemente caliente como para formar una frase, hablaremos. — Con un pequeño empujón me arrojo dentro del auto, cerrando mi puerta y rodeando el capó hacia el asiento del conductor.

Lo vi subir el aire acondicionado, pero mi cuerpo parecia lo suficientemente congelado como para no registrar el tibio aire. Sus manos se frotaban por mi cuerpo en un intento de volver el calor de él, pero sin lograrlo. Su expresión parecida preocupada mientras giraba la llave encendiendo el motor.

— ¿Donde vives, pequeño?

— E-en l-la ca-calle Mi-Middle St-Street. — Sus ojos se abrieron, mirandome como si me hubiera convertido en un oso verde de dos cabezas.

— Eso queda a más de veinte cuadras de aquí. — Murmuro, frunciendo el ceño. — ¿Pensabas ir caminando?

— S-si.

Negó con la cabeza, poniendo el auto en marcha y pisando el acelerador a fondo. Me acurruque sobre el asiento, temblando y tosiendo descontroladamente. — Mierda, mierda, mierda. — Miro hacia mi. — Iremos a mi casa, queda a solo un par de cuadras. — Abrí la boca para intentar protestar pero la tos repentina me detuvo. — Tu temperatura corporal bajo demasiado, estoy comenzando a creer que tienes comienzo de hipotermia o neumonia o como se llame. En resumen, vamos a calentarte lo más rápido que podamos.

Estacionó el auto, corriendo nuevamente hacia mi lado, cargandome sin ningún esfuerzo. Supongo que el no comer adecuadamente hace que una persona sea más liviana. Abrió la puerta dando un paso dentro y cerrandola detrás nuestro con un patada.

— T-tus p-padres...

— No te preocupes por mis padres, pequeño ángel. — Comenzó a subir las escaleras corriendo. — Están fuera, en un viaje de negocios o algo así.

Entró a un dormitorio con paredes verdes muy claritas y adornada con detalles blancos. Parandome sobre mis pies, comenzó a sacarme la campera y mis toms. Lo observe con el ceño fruncido hasta que intento quitarme mi camiseta, negué efusivamente con la cabeza intentando alejarme de él.

— Pequeño, tu ropa esta húmeda, debemos quitartela. — Mire hacia abajo y, efectivamente, mi ropa estaba empapada. Ni siquiera me habia dado cuenta de ese detalle. — Vamos, quitatela.

— N-no p-porfavor, n-no.

— Esto no esta en discusión, Zayn. Dejame quitartela. — Su tono era firme y no admitia negativas, temble cuando sus manos encontraron el dobladillo de la camisa.

Mientras quitaba la única prenda que cubría mis cicatricez de su vista, comencé a llorar. No podia sentir las lágrimas, pero mis ojos empañados me decian que estaban bajando. Sus ojos se abrieron, alargando una mano la paso por mi pecho, recorriendo una enorme cicatriz que lo cruzaba desde el hombro derecho a la cadera izquierda. Una fina linea rosa que resaltaba sobre mi piel. Su tibio contacto sobre ella me hizo dar un salto hacia atrás, llorando más alto al ver su expresión de horror.

— P-perdón. — Murmure entre sollozos, diciendo la única palabra que me salió.

Con un rápido movimiento me trajo a su cuerpo, quitandome los pantalones y dejandome solo en boxer me guió hasta la gran cama en medio de la habitación. Cubrió mi cuerpo con las finas sabanas antes de quitarse su ropa quedando en la misma condición que yo y acomodandose a mi lado. Fruncí el ceño e iba a protestar paro el ver las lágrimas corriendo por su rostro me desconcerto.

— Ven aquí, pequeño ángel. — Tomandome de la cintura me jaló hacia él, envolviendo sus brazos a mi alrededor, intentando subir mi temperatura.

Me acurruque cerca de su cuerpo, metiendo mi cabeza en su cuello e importandome poco el hecho de que apenas habia cruzado un par de palabras con el chico. En mi mente, yo conocia a Liam y eso por ahora me bastaba, cuando mi cerebro se descongelara me preocuparia de las consecuencias.

Luego de unos minutos de ese modo, comencé a sentir sus dedos trazando las feas cicatrices en mi espalda. Aquellas que eran producto de los duros castigos de tío Douglas. Temblé bajo su tacto.

— ¿Quién te lástimo de este modo, bebé? — Murmuro en mi oído, apretandome contra su pecho. — Dime, por favor.

Negué con la cabeza, comenzando a llorar nuevamente mientras escondía mi rostro en su cuello.

— Shh. No llores, pequeño. — Me meció contra su pecho, besando mi cuello suavemente. — No llores, no me gusta verte llorar.

— Duele.

— ¿Las heridas? — Parecia algo asustado, negué con la cabeza. Me pase la mano por el pecho en un movimiento casi involuntario, arrancando un sollozo de sus labios. — Yo haré que deje de doler, pequeño.

— ¿Como?

— Te protegeré, te cuidare. — Dejo pequeños besitos en mi mandibula mientras murmuraba palabras bonitas contra mi piel. Mis ojos comenzarón a pesar y me deje ir hacia la neblina del sueño, creyendo escuchar un último susurro de su parte:— Te amaré, mi pequeño ángel.

Besos de Miel |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora