— ¿Zayn? ¿Donde estás, amor?
Me puse de pie tambaleante, intentando que mis debiles piernas me mantuvieran firme. ¿Donde estaba? ¿De quien era esa voz?. El lugar me era totalmente desconocido, parecia una habitación, pero no era la mía.
— Ven, amor. —La voz resonó en las cuatro paredes pintadas de un celeste claro, haciendo eco en cada esquina.— ¿Zayn?
Esa voz me era tan desconocida y a la vez tan familiar. No lograba identificarla. Una ventana dejaba entrar unos pocos rayos de luz de luna, iluminando brevemente la única puerta en el lado opuesto de la habitación. Di un paso vacilante hacia ella, retrocediendo al instante al pisar algo de forma irregular en el suelo. Mire hacia abajo, encontrando un pequeño osito marrón tirado en el suelo, inclinandome lo tome apretando con suavidad su redondeada barriga. Una suave melodía comenzó a producirse del juguete, mi cabeza dolía porque sabia que conocia esa canción pero no recordaba de donde.
— Zayn, no me hagas subir a buscarte. —Escuche pasos, alguien se acercaba— Zayn, ven aquí.
— ¿M—mamá? —Susurré con la voz temblorosa, las lágrimas comenzaban a rodar por mis mejillas mientras me acercaba a la puerta.
Levante la mano tomando el pestillo y lo gire, sintiendo el frío del metal traspasando las yemas de mis dedos. Antes de que pudiera abrir la puerta, una luz me cegó...
Parpadeé rápidamente intentando alejar las lágrimas al ver que me encontraba en mi habitación, en la casa de mis tíos. La almohada debajo de mi cabeza estaba húmeda, habia llorado estando dormido y mojado la tela. Ese era uno de mis sueños recurrentes y siempre despertaba llorando, más deprimido que nunca. Aunque lo intentaba jamás podía distinguir si aquello era algún tipo de recuerdo o un simple sueño. Pensandolo bien, ¿Que más daba? Si habia sucedidó ya no importaba, mis padres me habian abandonado. Ya no importaba si tenía algún recuerdo.
— ¡Mocoso del demonio! —La puerta temblo con cada golpe del puño de tío Douglas— Acaban de llamar de tu escuela, será mejor que te levantes y muevas tu estupido culo hacía allá antes de que comiencen a hacer preguntas.
Escuché sus pasos sobre la frágil escalera de madera que daba a la primer planta, esperando que el sonido se perdiera a lo lejos. Con un poco de ayuda de mi brazo derecho logré ponerme en posición vertical, jadeando cuando el dolor atravesó mis costillas. Había faltado a el instituto dos días seguidos con la tonta excusa de que estaba enfermo, la verdad es que tío Duglas habia estado bebiendo más de la cuenta lo que me aseguraba un golpe cada vez que 'me metia en su camino'.
Me encerré en mi habitación intentando evitarlo pero al parecer también estaba en su camino estando en ella. Mis costillas se quejaban a cada paso que daba, cortesia de una patada de tío Douglas. Sin mirarme en el espejo me dirigí al baño, dandome una rápida ducha —lo más rápido que se puede lograr teniendo en cuenta que no podía moverme demasiado. Me vestí rápidamente y baje las escaleras con mi mochilas sobre mi hombro.
— Sube al auto, ya vas tarde. —La voz de tío Douglas no parecía amable por lo que me apresure a subir a la vieja camioneta, apretando la mochila contra mi pecho recordando tarde el dolor.
Aprete los labios manteniendome en silencio todo el camino hasta la escuela. El lugar parecia vacío desde afuera lo que me indicaba que las clases ya habian comenzado. Apenas baje de la camioneta tío Douglas acelero, haciendome casi perder el equilibrió. Ellos jamás me traían a la escuela, por lo general me enviaban en autobus pero la llamada debió haberlos puesto nerviosos.
Camine con paso lento hasta la puerta de entrada y luego hasta mi casillero. Sentía como si alguien apretara mis costillas hasta el punto de triturarlas, mordiendome el labio abrí la puerta de metal de mi casillero dejando mi mochila dentro.
Un grito ahogado salió de mis labios mientras mis ojos se llenaban de lágrimas cuando unos brazos me atraparon por detras, apretando levemente el punto de mi dolor.
— ¿Que rayos...? —Liam me volteo hacia él, limpiando las lágrimas que caían por mis mejillas, su expresión preocupada.— ¿Que sucede, Ángel? ¿Porque lloras?
— Mis... mis costi...costillas. —Mis palabras salian en pequeños suspiros.— D-duelen.
Con cuidado me guió hasta el baño, bloqueando la puerta en cuanto estuvimos dentro. Sin pedirme permiso o siquiera decir algo se acerco a mi y subio mi camiseta hasta mis axilas.
— Mierda. —Sus ojos se llenaron de lágrimas y paso su mano por el cabello observando mi pecho, no me atreví a bajar la mirada.— ¿Quien fue el hijo de puta que te hizo esto, bebé? Dimelo, por favor.
— No... no puedo. —Cada respiración parecia empeorar mi dolor.
— Por favor, Ángel. Dimelo. —Rogó, negué con la cabeza.
— N-no.
Sacudió la cabeza limpiando su rostro.— Te llevaré a un hospital, ahora.
— D-debo... entrar... —Susurré pero él ya me estaba jalando hacia la puerta.
— No me importa, Zayn.
— Li-Liam yo...
— No hables, bebé. —Susurró prendiendome el cinturón de seguridad cuando llegamos a su auto.— Intenta no moverte mucho, temo que te hayan fracturado alguna costilla.
Mis ojos se abrieron como platos, no habia pensado en eso. Corriendo hacia el lado del conductor abrió la puerta y encendió en vehiculo, acelerando con dirección al hospital. Su mano se aferró a la mía, entrelazando nuestros dedos.
— Yo te cuidaré, bebé. —Sus ojos brillaban con nuevas lágrimas.— Estarás bien.