Capitulo 34.

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El escosor en mis ojos me tomó por sorpresa cuando los abrí, volviendo a cerrarlos los refregué manteniendo apretado el talón de mi mano sobre ellos. Mi cabeza dolía como si tuviera resaca, extraño, no recordaba haber bebido nada. Me habia emborrachado una sola vez en mi vida y eso no habia terminado bien, por lo que dudaba que me hubiera arriesgado una segunda vez.

Quitando las manos, parpadeé un par de veces antes de poder enfocar el pálido techo sobre mi. La suave tela rozando mi cuerpo y el sutil perfume masculino me dijeron donde me encontraba mucho antes de que encontrara la fuerza para poder incorporarme sobre la cálida cama de Liam. Quitando el brazo de Liam de mi cintura, me deslice hasta el borde de la cama.

La habitación estaba sumida en una extraña oscuridad, la pequeña lampara sobre la mesa de luz brillaba levemente, iluminando las sombras y formas de los objetos más cercanos. No me gustaba. Odiaba no poder ver todo mi entorno.

Mirando sobre mi hombro, me encontré con un muy dormido Liam. Sus mejillas sonrosadas con rastros de lágrimas me hicieron fruncir el ceño, estirandome hacia él pase mis dedos suavemente por ellas intentando borrar ese brillo húmedo de su piel. Sus rellenos labios rosa pálido abiertos en una pequeña ranura dejaban salir un tranquila respiración, cabello castaño desordenado en punta por toda la almohada. Pequeñas lineas de preocupación rodeaban sus ojos cerrados, era extraño como Liam podía tener ese tipo de expresiones aún estando dormido.

—¿Porque lloras, amor? —Susurré viendo como una lágrima se deslizaba por su mejilla, dejando un camino húmedo en su piel.

Los ojos de Liam se apretaron, arrugando los parpados hasta el punto de que sus pestañas eran finas lineas castañas. Apoyando las manos abiertas sobre la cama me incliné para llegar a su rostro, jadeando suavemente cuando un ardor traspasó mis manos. Levantandolas, miré confundido los pequeños raspones rojizos coloreando mis palmas.

No recordaba haberme lastimado, ha decir verdad no recordaba mucho de lo que habia pasado en las últimas horas. Era como un recuerdo borroso y lleno de colores girando en mi mente. Me esforcé por recordar pero mi memoria parecia no querer cooperar.

Solo cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo pude reaccionar, dandome cuenta de que solo llevaba una fina camiseta blanca y mis boxers negros. Me volteé para salir de la cama y buscar algo para abrigarme cuando un brazo se enredo en mi cintura, arrastrandome nuevamente debajo de las sabanas.

—No te vayas. —La voz de Liam era débil, su aliento golpeo mi nuca mientras sus piernas se enredaban con las mías.— Quedate así.

—Pensé que dormias.

—Lo hacía. —Su rostro se hundió en mi cuello, su mano se coló bajo mi camiseta acariciando dulcemente mi abdomen.— Acabo de despertar. —Las yemas de sus dedos comenzarón a trazar circulos sobre mi piel.— Me gusta sentirte a mi lado cuando despierto, así que queda prohibido que muevas tu lindo trasero de la cama hasta que yo despierte.

—No me puedes prohibir eso. —Reí.

—Si puedo. —Mordió mi nuca logrando que me retorciera, él se rió.— Oh, encontré algo aquí.

—No, Liam, no. —Ignorandome comenzó a mordisquear mi nuca, sacando tontas risitas de mi mientras intentaba alejarme.— Para, Liam, eso hace cosquillas.

Su mano encontró un punto en mi cadera que causaba casi el mismo efecto, logrando que en apenas unos segundos me convirtiera en un desastre de risitas tontas y jadeos.

—Mi bebé tiene cosquillas. —Rió mirandome directamente, intenté verme enojado pero la sonrisa que apareció en mi rostro me traicionó.

—Eres un idiota. —Susurré entre risas, él elevo una ceja mirandome con diversión.

—Acabas de herir mis sentimientos, pequeño ángel. —Se inclinó hacia mi, hundiendo su rostro en mi cuello logrando un nuevo round de risas.— Pide perdón.

—No.

—Puedo estar aquí todo el día. Pidé perdón.

La risa ya me estaba dejando sin aire por lo que tuve que rendirme, poniendo mis manos en su pecho lo aparte un poco de mi.

—Lo siento, lo siento. —Susurré.— No eres un idiota.

Dedicandome una brillante sonrisa, se apoyo en sus brazos para darme un beso. Sus labios suaves rodearon los míos rápidamente antes de que su lengua se abriera paso. El beso fue breve pero increiblemente dulce. Separandose, apoyo su mejilla contra la mía, soltando un suspiró.

—No sabes lo bueno que es tenerte aquí, precioso. —Pasando sus brazos debajo de mi cuerpo, me estrechó contra él.— La imagen de ayer... ese maldito puente... tú... mierda, eso quedará por siempre en mi mente.

«Puente». Es fue la palabra clave que hizo que el muro que mi mente habia construido se cayera en pedazos, logrando que todas las imagenes me inundaran casi hasta el punto de ahogarme.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras me abrazaba a Liam con todos mis fuerzas, el castaño beso mi cabeza mientras me mecía en sus brazos.

—Ya pasó, pequeño. —Susurró contra mi cabello.— Te tengo, Zayn.

—Tu sabes... —Intenté tragar el nudo en mi garganta.— Te lo dije.

—Si, bebé, lo sé. Te hicieron tanto daño, hermoso, tanto. —Su voz parecía serena pero estaba seguro de que podía sentir sus lágrimas cayendo sobre mi mejilla.— Me encantaría poder borrar todo lo malo, sanarte, me siento tan impotente, Zayn. No sé que hacer, no veo como ayudarte,

¿Me dices como?

Me quede mirando el techo por unos minutos, acarciando el cabello de Liam con mis dedos. Las lágrimas seguian cayendo por mi rostro, calientes y saladas rodeando mis labios. No sabía que contestar, no sabia que rayos estaba mal conmigo. Mi vida habia sido siempre igual, nadie me habia querido más que para usarme.

Entonces fue cuando me di cuenta.

—Amamé. —Susurré en su oído.— Hazme sentir tu amor, Liam.

Besos de Miel |Ziam|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora