11. La beso en el baño.

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Luna.

Ver cómo casi temblaba de la rabia o los nervios, fue una de las mejores cosas que pude presenciar.

—¿Y que hay si te odio un poco menos? —me preguntó sonando menos enojada.

Ella no cayó, se tiró y sin que yo la empujara.

La miré fijamente y sonreí.

—Tú dime.

La acerqué más a mi cuerpo, sacó las manos que tenía apoyadas en la pared y me apretó los hombros.

Abrió la boca para decir algo y luego la volvió a cerrar como si se fuera arrepentido.

La dejé sin palabras literalmente.

Aproveché para jugar con su camiseta, suspiró nerviosa y sonreí.

—¿Quién era esa chica que estabas besando? —preguntó tratando de distraerse.

—No lo sé —pase mis manos a su espalda y prácticamente la abracé—, además no la estaba besando —reí un poco.

—Pero tenías el labial corrido y...

—Lo corrí yo con mi mano —le encontré otro sentido a esa oración pero me lo guardé.

—O sea que eres pésima mintiendo pero actuas muy bien —dijo indignada.

—Tengo muchos dones, qué puedo decir. —me encogí de hombros.

—Ser descarada entre ellos.

—Claro que lo soy, la vida es una y hay que aprovecharla ¿no?

Presioné con mis pulgares su ropa y sonrió rodando los ojos.

—Se va a acabar el mundo el día que pienses con la cabeza y no con la- —la interrumpí sabiendo lo que iba a decir.

—Entonces no se va a terminar el mundo, tranquila.

Me tomé el descaro, de bajar mi vista a sus labios y usaba brillo, como siempre.

No es cómo si viera sus labios seguido, claro.

Me incliné un poco y dejé un beso en el costado de su mandíbula, abrió la boca y pasó una de las manos que tenía en mis hombros, hacia mi nuca.

No me empujó ni se quejó.

Era un milagro de Lady Gaga.

Habían pensado tantas veces en besarla que no pude contenerme y fui dejando pequeños besos a medida que bajaba a su cuello.

Solté el abrazo y volví a pasar mis manos por su cintura para volver a apretar su camiseta.
Me acomodé pasando una pierna entre las suyas y suspiró entrecortado.

Sonreí en su piel. Me generaba gracia que estuviera tan nerviosa por a mí.

Sabía que era peligroso, y que quizás me mataría después, pero luego de unos segundos presioné más mi pierna a ella.

Continúe besando su cuello y a pesar del poco espacio que tenía la levanté y enredó sus piernas en mi cintura.

Me sorprendió que pesara tan poco, pero pensé que quizás era porque tenía la mente tan perdida que ni siquiera me costó levantarla.

Fui corriendo mis besos hacia el otro lado de su cuello y estaba a punto de acercar mis manos a su camiseta para levantarla, pero la puerta se abrió detrás de mí.

—¿Cony estas bie..? —Lidia asomó la cabeza por la puerta y se quedó callada en cuanto nos vio—, eh lo siento, voy a hacer cómo que no vi nada.

Ganar Su Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora