21. Como diga señorita.

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Cony.

Llegamos a dónde seguían estando Lidia, Fede y Cleo.
Tenían alguna conversación que no alcanzamos a escuchar ya que al vernos dejaron de hablar.

—¿Están bien? —preguntó Lidia y asentimos sin decir nada.

—Debemos irnos, el médico vino y dijo que pasará la noche aquí y que sería mejor que descansemos ya que está estable por ahora. —comentó Fede y Luna negó.

—Yo me quedo. —dijo.

Respiré profundo sabiendo lo que pasaría.

—¿Estás segura? Es muy tarde Carmen y mañana ustedes...—quiso hablar su hermano, pero ella terminó interrumpiendo lo.

—Me quedo, no tengo problemas Fede —repitió—, no me quiero ir y dejarla aquí sola.

Dudoso, su hermano balbuceó antes de decir algo. Como si no supiera que decirle para que no se quedara.

—Está bien, eres mayor y así lo quieres. —terminó por decir.

Alcé las cejas sorprendida y Luna simplemente dijo "bien, gracias" antes de que Fede se despidiera de ella.

Me despedí de Luna y antes de irme ví como se sentó en la sala de espera y se quedó viendo una pantalla que había ahí.

Salimos del hospital, llegué a mi auto y le dije a Lidia que fueran en mi coche y le entregué mis llaves.

Me miró confundida.

—¿Por qué? —preguntó Lidia.

Dudé un instante, pero abrí la puerta de mi auto y metí medio cuerpo para agarrar una chaqueta.

—Me quedo —cerré la puerta cuando tomé la chaqueta—, quiero acompañar a Luna.

—Awww —soltó y le pegué un codazo quitándole la sonrisa—, claro, no tengo problema. Yo no voy a dejar a Fede acá, se le nota bajoneado. Así que si puedes, llévatela al hotel porque le va a hacer mal estar tanto tiempo en este lugar.

Asentí y le di un beso en la mejilla antes de que se fueran.

Volví a entrar al hospital y sentí de nuevo esas malas vibras.
Sentía el aire pesado y me da miedo el solo pensar que las personas morían ahí todos los días.

Pensé en el personal de salud, que hacía un gran trabajo a pesar de las horas que pasaban ahí y las cosas que tenían que soportar mental y físicamente.
Merecían más reconocimiento del que tenían.

Después de unos minutos de casi perderme, llegué a la sala de espera y me senté al lado de Luna sin decir nada.
Me miró juntando las cejas sin entender.

—¿Qué sucedió? —preguntó y me encogí de hombros.

—Me diste pena y no quise que te quedaras sola en este horrendo lugar.

Soltó una risa, creo que esperaba una respuesta completamente diferente.

—Gracias. —dijo mirando sus botas y sonreí.

—No hay de qué.

Después de que nos quedamos calladas, no tardó mucho en caer dormida.
Sabía que debíamos irnos pero cuando intenté despertarla casi me golpeó sin querer, no iba a ser fuerte, pero iba a ser un golpe en el brazo.

Agarré la chaqueta que había tomado de mi auto luego de que me diera cuenta que hacía frío y Luna no tenía abrigo.

Cubrí sus brazos como si fuera una manta y me pegué más a ella para que no se cayera para un costado.

Ganar Su Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora