22. No dejarse ganar, parte 1.

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Luna.

Desperté con el estúpido sonido de la alarma del enano que tenía abrazado a mí.

Los rayos del sol iluminaban toda la habitación, la cual para mí mala suerte, tenía ventanas enormes que llegaban casi hasta el suelo.

Reconocí la canción que tenía como alarma, "Gasolina" de Daddy Yankee.

¿Por qué tenía ese tema cómo alarma?

—Cony. —la llamé despegando la de mi pecho y me aclaré la garganta.

Cuando logré separarla un poco de mí, estaba completamente dormida.
El sol hacia que su cabello se viera más claro de lo normal, se me hizo raro porque se asemejaba al color que tenía Sky antes de teñirse de casi un tono salmón.

Con el ruido horroroso que hacía esa alarma no entendí como no se despertaba.

—Cony levántate y apaga esa alarma, por el amor a Madonna. —me quejé y la sacudí.

Pensé por un segundo si estaba muerta, pero cuando la volví a mover hizo una expresión de desagrado.

Imaginen que se hubiera muerto y tuviera un cadáver agarrado a mí. Me moriría yo también de un susto.

Apoyé mi antebrazo en el colchón y me levanté un poco para estirarme detrás suyo y alcanzar el teléfono que tenía casi debajo de su espalda.

—Que bendición. —la escuché decir en mi pecho mientras desactivaba la alarma.

Solté una risa y me volví a recostar estirando mis brazos.

—Buenos días. —le dije y me miró enojada.

Me sorprendió su repentino cambio de humor.

Quizás estaba más consciente y no tan dormida.

—Querrás decir días, porque buenos son los regaños que nos vamos a tragar por parte de lidia. —se quejó con voz de recién despierta.

Que bien empezamos la mañana...

Luego de quejarse analizó la situación, mirándome de arriba abajo.

—¡¿Por qué me abrazas?! —exclamó alejándose y solo me reí.

—¡¿Yo?! Hasta parecías Koala. —dije divertida y se alejó de mi.

—Mentirosa. —dijo arrastrándose por la cama para levantarse.

Me senté en el colchón y la ví tambalearse cuando se quedó parada buscando algo con la vista.
Se tomó la cabeza y cerró los ojos por unos segundos, luego continuó buscando lo que sea que buscaba.

—¿Estás bien?

Se agachó para levantar su camiseta y asintió.

—Sí ¿Por qué? —preguntó y la miré confundida.

—Te mareaste.

—Ah, es que me levanté muy rápido. No pasa nada.

Antes de que preparara un discurso para decirle se fue al baño y cerró la puerta.

No quería presionarla, pero debía hacer algo para que comiera bien.
Ese mareo podía ser cualquier cosa, pero me llamó la atención.

En lo personal no había cenado el día anterior por todo lo que pasó con la Nona, no tuve tiempo.
Y ella también estuvo ocupada por lo que sabía, así que seguro tampoco comió algo.

Me levanté de la cama para buscar mi teléfono y revisé las notificaciones.

No tenía ninguna de Fede por lo que me quedé tranquila y me cambié el pijama.

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