40. Dieciséis vueltas.

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Cony.

Me dolió escuchar su voz así.

Abrí la puerta sin esperar a que me contestara y la encontré parada como si hubiera estado a punto de acercarse a la puerta.

No sabía que carajos le estaba pasando.

Tenía los ojos rojos y la nariz también.

—Por dios ¿Qué te sucede? —fue lo único que salió de mi boca.

—Nada, Cony, vete, de verdad. —dijo sin mirarme y cerró los ojos.

Respiraba agitada y parecía que cada vez le costaba más tomar aire.

—Luna...

Su cuerpo temblaba y me acerqué a ella para tratar de calmarla.

—No pasa nada. —exclamó y noté el miedo en su voz.

Alzó las manos y caminó hacia atrás.

No entendí porqué reaccionó de esa manera.

—Respira, no pasa nada, está bien, solo respira. —me acerqué más a ella con la palmas en alto.

Luego pensé que quizás fui muy invasiva.

—¡Es estúpido! —exclamó apoyando con fuerza las palmas de sus manos en la pared—, e-es totalmente estúpido.

—¿Qué cosa? —pregunté frunciendo el ceño y solo suspiró. Parecía que estaba a punto de volver a llorar—, ¿Qué es estúpido?

—¡Todo! —casi gritó—, ¡Y lo peor es que todo es culpa mía!

La miré confundida y siguió gritando.

—Luna, respira. —le pedí y decidí no acercarme más para darle espacio.

—No puedo, estoy-yo, trato de...—dijo nerviosa y se agarró el pecho—, fue mi culpa, quizás si no-no, si no hubiera confiado en él.

—Luna, cálmate. Estás diciendo cosas sin sentido. —dije desesperada.

—Cuando choqué ella misma me lo dijo, nadie lo culpó, y —respiró entrecortado y la tomé por los hombros porque no se calmaba—, todo quedó en la nada. Ella me dejó, me dejó y no, yo-...me quedé sola.

—Lu —la llamé y busqué su mirada mientras corría un mechón de cabello de su rostro—, Luna, escúchame.

—Cuando la ví —habló y las comisuras de sus labios se curaron hacia abajo, como si contuviera llorar—, ella estaba tan, tan tranquila —sollozó y seguí acariciando su mejilla—, e-es estúpido, yo...

—¿Te refieres a Samantha?

No me contestó, en cambio respiró aún más agitada.

No supe reaccionar de otra manera más que abrir la ducha con agua helada mientras Luna continuaba hablando sin conectar bien dos oraciones.

La empujé dentro y quedó contra la pared, con el agua cayendo en su rostro.

—Ya, cálmate, Luna. —rogué sosteniéndola por los bordes de su chaqueta y vi como cerró los ojos.

—Fue mi culpa. —dijo tomando una bocanada de aire y apretó los labios.

Comenzó a llorar sin control y bajó la cabeza.

—Fue mi culpa, todo fue mi culpa. —soltó entre su llanto.

—Nada fue tu culpa, Luna. Deja de decir esas estupideces. —la regañé y tomé sus mejillas con mis manos.

Tenía los ojos rojos y eso demostraba que estaba llorando desde hace un rato.

Maldije el puto momento en donde le pregunté por Sammy, Samantha o cómo carajos se llame.

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