9. Me acecha un Minion fiestero.

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Luna.

No puedo explicar la felicidad que me generaba molestar a esa pobre chica. Era como desahogarme diciéndole cosas indecentes.

Y ese era mi fuerte.

Teniendo en cuenta su mal genio, el supuesto odio que tiene hacia mi persona, su carácter y que es el ser más terco que haya conocido...

Todavía no entiendo que es lo que veo en ella.

En el sentido de que desde que la conocí se me hace imposible hacerle mis "bromas" a otra persona.

La última chica que ví fue la que estaba conmigo el día que le choqué el paragolpes, justamente fue su culpa que chocara a Cony.

Digamos que me faltaba una mano para manejar y en ese momento tenía las dos sanas y sin ninguna quemadura.

Así que usen su imaginación.

Bajé las escaleras y volví a sentarme en la que había declarado mi silla por más que haya pisado esa casa tres veces en mi vida.

—¿Qué sucedió? —preguntó Fede.
Sentía que un regaño me susurraba en la nuca.

—Queria empujarme por las escaleras.

—¡¿Qué?! —gritó lidia y apoyó las manos en la mesa— ¡Constanza Irina Eduarte! —volvió a gritar pero más fuerte y en dirección a las escaleras—, lo siento a veces es un poco agresiva cuando está nerviosa.

Lo noté.

—De igual manera estaba bromeando, solo me habló de algo...

—Ahora la tengo que retar ¿Que te dijo? —me preguntó y me apresuró moviendo las manos—, rápido necesito algo para retarla.

—Del viaje, no le convence la idea —dije rápido.

Repito, mentir no es mi fuerte.

Cony tardó varios minutos en bajar y cuando lo hizo parecía un muerto.

—¿Sabes qué? —le preguntó Lidia y su padre solo seguía comiendo tranquilamente.

Creo que esas peleas eran normales en su familia.

—Vamos a hacer ese viaje, mañana mismo saco los boletos —declaró y ahogué una risa.

Cony abrió la boca sin creerlo y luego miro a su padre, el cual solo encogió los hombros como si no tuviera como contradecir a su hija mayor.

El me hace desear tener un padre.

Pero por lo menos ahora tengo desarrollo de personaje.

—Bueno, no hay problema —habló Cony inesperadamente y levanté las cejas—, me voy a dar una vuelta.

No dijo más nada, ni a dónde iba, ni cuando volvía ¿Se cree que se manda sola?

Agarró unas llaves y dejó a su hermana con un grito en la punta de la lengua.

—Esas son las de mi auto —suspiró pellizcando se el puente de la nariz.

Después de un rato me aburrí. No tenía con quién entretenerme y me despedí de todos para escaparme a una fiesta.

Una la cual creí que no iba a poder ir, justamente por esa cena, pero la oferta no dejaba de estar en pie. Después de todo el piloto que me mandó la invitación era bueno, no recordaba su cara pero recuerdo haber hablado con el un par de veces.

Por esa razón me había vestido formal, nunca se sabe cuándo puedes escaparte a una lujosa fiesta en Mónaco.

Llegué en un par de minutos con la música al tope al igual que la velocidad.

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