7. Una carrera y la fastidiosa de su amiga.

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Cony.

Continuando con el tema de que Luna me miraba cuál asesina serial y caníbal con complejos psicológicos sin tratar, la invité a subir a su propio auto, y maravillosamente aceptó con mucha amabilidad y una gran sonrisa.

—Juro que si le haces el más mínimo rayón a mi auto vas a quedar peor que el tuyo después del choque de hoy —dijo entre dientes.

Lo de choque me dolió.

—Vamos a ver qué es lo que haces —gritó Smash a unos metros.
En unos minutos las personas despejaron el lugar para darle paso a su auto, el mismo en el que estaba hacía unos minutos con esa pobre chica.

—Pierdes y te puedo llegar a matar —dijo poniéndose el cinturón.

Que buen apoyo, anoten chicos, puede que les sirva para motivación.

—¿Acaso no te enseñaron a dar apoyo emocional? —pregunté conduciendo a la línea de salida improvisada.

—Eh ¿No? ¿Para qué?

Ahí entendí todo.

—Con razón eres así.

Smash se posicionó a mi derecha y Luna del lado de acompañante, estando más cerca de el, le sacó el dedo del medio.

La miró con rabia y centro la vista al frente, al igual que nosotras dos.

Una chica se paró en el medio de los dos autos unos metros adelante de estos.
Usaba un top muy, pequeño vamos a llamarle. Que deja ver mucho, con razón Luna y Smash vieron con tanta emoción hacia delante, no niego que yo también pero estaba bastante nerviosa.

—¿Y si choco de nuevo? —pregunté nerviosa.

—Te asesino, ya te lo dije.

Apreté el volante y la chica levantó los brazos.

—¿Listos? —preguntó con una gran sonrisa.

Aceleré el motor, tenía un muy buen sonido, lo admito.
El coche de Luna era un deportivo muy lindo.

—¡Ya! —gritó bajando los brazos y los dos aceleramos.

Aceleré todo lo que dió el pedal y aún así seguíamos igualados en el aspecto de que ninguno rebasaba al otro.

Hubo una curva cerrada hacia la izquierda y aproveché eso, derrapé y cómo no estaba acostumbrada a correr sobre tierra se me fue de más.

—¡Cony por el amor de dios! —gritó Luna agarrándose de la puerta y el asiento como si fuera un gato.

—¡Cállate que no me dejas concentrarme! —dí otro volantazo en otra curva y volvió a gritar como una desquiciada.

—¡Mierda! ¡¿Cómo es que tienes una licencia?!

—¡Que te calles!

—Callame entonces —no se le iba su personalidad ni temblando.

Seguí conduciendo sin contestarle, pero en un camino recto Smash comenzó a rebasarme y golpeé el volante varias veces por los nervios, ya que no podía pasarlo.

—Dios se apiade de esta lesbiana —dijo y apretó un botón en el tablero.

No sé que fue eso, ni me interesaba saberlo. Solo sé que el auto tomó más velocidad y en los últimos metros logré llegar primero a la meta.

Puse el freno de mano y giré el volante, dando una vuelta total y quedamos frente al auto de Smash.

Bajé la ventanilla y me senté en la puerta con los brazos levantados.

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