4. ¿Por qué hace tanto calor?

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Cony.

No escuché nada de la llamada, pero Luna con un notorio enojo encendió el auto después de enderezar los asientos.

—Mi coche está destrozado —me dijo y le pegó con la palma abierta al volante.

—¿Qué?¿Qué sucedió?

Dió un largo suspiro, por un momento la compadecí pero recordé que es la chica que compite en contra mía.

De igual manera no se me quitó lo triste por ella.

Que corazón debil, eso fue culpa de mi padre.
Odio la genética.

—No lo sé, pero si llega a ser un sabotaje ni siquiera te voy a decir lo que pienso hacer.

—¿Sabotaje? —repetí lo que dijo estando confundida.

No contestó, solo aceleró y el resto del viaje fue a una velocidad bastante rápida.

Cada vez me caía peor.

No es cómo si me diera miedo pero estar del lado del copino era algo que acostumbraba, y menos algo que me gustaba.

Murmuró algo que apenas alcancé a escuchar.

—Voy dejar su cabeza más alto que la cordillera que los andes. —apagó el motor y se me quedó viendo.

—¿Qué?

—¿Qué piensas hacer? —me preguntó girando el tema y quitándose el cinturón— ¿Me vas a perseguir de nuevo o..?

—Voy a ver qué le pasó a tu auto y estás demasiado enojada cómo andar sola en la calle.

Me arrepentí al segundo en que lo dije, lo sé.
Fue estúpido.

—Ni que pudieras frenarme.

Eso me dolió.

—Puede que no tenga tanta fuerza pero tengo otras cualidades con las que te puedo frenar —comenté inflando el pecho.

Me miró incrédula y agarró la manija de la puerta.

—¿Cómo cuáles?

—Tengo una hermana, sé defensa personal.

En mi mente sonó mejor.

—Si tu lo dices...

Me quedé viendo la unos segundos mientras pensaba que excusa armar para acompañarla.

Tenía que ver cómo estaba su auto a toda costa.

—Ademas necesito ver mi coche, si le hicieron algo al tuyo no quita la posibilidad de que sea por los puntos.

Me miró sin decir nada y salió del auto.

Había estacionado en el estacionamiento privado, pero inevitablemente algunas personas trataron de preguntar que era lo que pasaba.

—Se rumorea que el auto de la señorita explotó ¿Eso es cierto? —me preguntó una reportera agarrándome del brazo.

Luna le sacó el brazo y usó su cuerpo cómo barrera entre esa estúpida mujer y yo.
Era notorio el enojo y me atrevería a confesar que me causaba un poco de pena que hicieran preguntas por preguntar.

¿Qué explotó? Repetí lo que dijo la estúpida reportera.
Se notó en la cara de la sin sentimientos, que no era tan sin sentimientos, y que sí sentía algo de tristeza por su auto.

Entramos al autódromo y al cerrar las puertas de vidrio Luna maldijo por lo bajo.
Si estaba así no me imagino las personas que trabajan para ella, tanto trabajo para que un simple error destruyera todo.

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