49. Sus ojos.

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Cony.

Me levanté alrededor de las dos de la mañana y me escapé al balcón del hotel.

Sentía que necesitaba aire, y pensar en eso me hacía recordar cómo Samantha prácticamente me asfixió.

Era raro hasta pensar en lo que pasó y no quise imaginar cómo sería si tenía que hablar con alguien sobre eso.

Me senté en un sillón para dos personas que había ahí y abracé mis rodillas, pensando en lo estúpido que fue ir sola a buscar a Samantha.

Pero tenía miedo de que Luna hiciera eso, ¿qué tal y si le pasaba lo que a mí me pasó?

Ella no lo soportaría.

Así que era mejor pensar en que ella estaba bien, y yo también, a pesar del dolor que tenía además del físico.
Porque después de que desinfectaramos mi cuello y Luna me pusiera una venda, me ardía.

Además de los moretones en mi hombro y los de mi mano por golpearla.

No sé por cuánto tiempo me quedé ahí, pero supuse que fue más de una hora.

Sentí unos brazos pasar por mis hombros y luego la presión del pecho de Luna en mi espalda.

—¿Qué haces? —preguntó apoyando su cabeza en mi hombro—, son más de las tres de la mañana, loca de remate.

Solté una risa giré un poco la cabeza para verla.

—Hago algo que según vos no acostumbro a hacer —comenté y de reojo ví cómo juntó las cejas—, pensar.

Se rio y agarré sus antebrazos.
Tenía una camiseta de mangas largas y fue raro verla dormir con tanta ropa.

—¿Dejaste de ser nudista? —pregunté con diversión y negó con la cabeza.

—Hacía frío y se me fue lo hot por el estrés. —confesó conteniendo reírse.

—Entonces voy a tener que implementar estresarte para bajarte la calentura. —comenté riéndome un poco.

—Depende de qué manera y cómo. Ten en cuenta eso, porque puedes empeorar las cosas. —dijo coqueta y rodé los ojos.

Dejó un beso en mi cabeza y pasó alrededor del sofá, para terminar sentada a mi lado.

Apoyó su cabeza en mi hombro y acarició mi muslo con su mano, mientras yo pensaba en lo linda que era ella.

Tenía que hacerse chiquita para apoyar su cabeza en mi hombro y era gracioso ver de reojo cómo es que estaba toda doblada.

Después de un rato dijo que me podía enfermar por el aire fresco de afuera y terminamos acostando nos de nuevo, con Meteoro de por medio, pero bueno.

Además del detalle peludo, me dolía todo el cuerpo y a pesar de tratar de dormirme no pude.

Pero lo raro fue que quizás dos horas después, Luna se levantó lo más despacio que pudo y se fue al pasillo. Cerrando la puerta de la habitación cuando salió.

Con Meteoro nos miramos y me levanté de la cama, pero antes me fijé si su celular estaba en la mesita de noche.
Y no, no estaba.

—Es muy tarde para salir...—La escuché hablar y fruncí el ceño.

Me quedé detrás de la puerta. Lo suficientemente cerca como para seguir escuchando bien.

—Está dormida —dijo—, pero no, no lo sabe.

Abrí la boca por la indignación y quise abrir la puerta para enfrentarla, pero me contuve.

Pisé sin querer un juguete de Meteoro y maldije mentalmente el momento que acepté que Luna comprara esa maldita lechuza de Harry Potter.

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