Capítulo 30

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Víspera de Navidad.

Miraba los copos de nieve caer a través de la ventana mientras le daba un sorbo a mi café, con mi dedo dibujaba una carita feliz en el cristal, afuera estaba lleno de nieve, era tanta que ya ni siquiera se miraba el pasto del jardín. Me encontraba ahora mismo en la cabaña donde mis padres y yo pasábamos Navidad y Año Nuevo. Siempre acostumbrábamos a venir solo nosotros, pero este año habían invitado a los Jones y a los Davis para que estuviéramos todos juntos.

—¡Hayley! — La voz de mi mamá hace eco por todo el lugar. Camino hacia la cocina y al entrar la veo con una bandeja que está llena con galletas de muñequitos. Le sonreí —¿Quieres ayudarme a decorarlas?

—Sí.

Vi que tenía varias mangas pasteleras listas, con mucho cuidado comencé a hacerles unos ojitos y bocas a los muñequitos. La puerta de la cocina se abrió de repente y fue Lizbeth quien apareció comiendo unas papitas. Su pancita ya estaba mucho más grande, tanto que el suéter navideño que llevaba se le subía hasta el ombligo.

—¿Qué huele tan bien? —preguntó.

—Hice galletas, ¿quieres? — Los ojos oscuros de Lizbeth se iluminaron como si le hubieran hecho la mejor pregunta del mundo.

—Claro que sí—miró las galletas y parecía que ya las saboreaba—. Tengo muchas ganas de algo dulce, desde hace semanas.

—¿Se te antoja algo en especial? — indagué mirándola. Como madrina era responsable de cumplir cada capricho que se le antojara al bebé.

—Ahora que lo mencionas, sí—encendió su teléfono. — Hace unos días me apareció en Tik Tok una receta de un pay de manzana—me enseñó el video entusiasmada.

—Mi madre y yo podemos hacerlo—sentí la mirada penetrante de mamá en todo momento, como si me advirtiera de que me callara.

—¿En serio? —chilló Lizbeth como si fuera una niña pequeña.

—Sí—, ambas volteamos a ver a mi madre.

—Todo sea por el bebé—eso era un sí.

Lizbeth insistió en quedarse, sabía que lo hacía para seguir comiendo lo que había hecho mi madre, pero lo importante era la intención, aunque era malísima en todo. Me armé de paciencia, le expliqué y fue entendiendo rápido.

—¡Hayley! —Solté hasta lo que estaba haciendo—¡Se está moviendo! —me tomó de la mano y la dejó en la parte baja de su pancita—¡¿Lo sientes!?

Me quedé un momento esperando hasta que volvió a pasar, fue como si el bebé me dijera que estaba ahí, jamás había sentido algo así, no podía explicarlo, me conmovió, lo que causó en mí hizo que mi corazón se acelerara y sonriera—Sí.

—reconoce a su madrina—era la primera vez que Lizbeth me llamaba de esa manera, había pensado que ella no lo aceptaría, aunque Lucas me dijo lo contrario.

—¿Siempre se mueve así? — Me dio curiosidad, porque el bebé no había dejado de moverse.

—No, de hecho, es muy tranquilo—me informó—. Lucas y yo lo llamamos dormilón.

Me arrodillé lo suficiente para quedar frente a su pancita. —Hola, bebé— murmuré y otra patadita se sintió —soy tu madrina Hayley.

Tuve la fortuna de grabar un video de cómo el bebé se movía, en seguida se lo mandé a todos presumiéndolo, hasta a Owen que por cierto también sería el padrino. Me enteré después por qué el muy condenado me lo restregó en la cara, había sido idea del tonto de Lucas, todo era su culpa.

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