Capítulo 29

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Esa misma noche me admiraba frente al espejo, en mi cuello la medalla se miraba brillosa y hermosa, como si fuera un collar de diamantes, así de valiosa era para mí. El lazo azul quedaba tan bien con mi tono de piel y resaltaba mi clavícula, no me la había quitado en ningún momento ni cuando me cambié.

—Está bien, si no quieres ir—me giro hacia el entrenador.

Aunque la competencia ya había pasado, los eventos aún no terminaban. Justo en dos horas teníamos una rueda de prensa, donde solo asistirían los primeros tres lugares y sus entrenadores a contestar las preguntas de los reporteros.

Las redes habían explotado con mi victoria, estaba en todas partes y ni hablar que ahora mismo fuera del hotel habían rodeado todas las salidas, fue un verdadero caos sacarme de donde fue la competencia, todos buscaban un poco de mi atención. Hubo personas que no se tomaron muy bien que yo ganara, aún no soportaban que una mujer lo hubiera hecho, ni lo creían. Las personas a veces solían ser tan machistas, ¿me importaba? Para nada, lo único que sí ya lo tenía en mis manos.

—¿Usted no quiere ir? — Sabía que estaba emocionado, se le miraba que quería ir a presumir nuestra victoria, porque sí, era nuestra, sin él tal vez yo no lo habría logrado.

—Si tú no quieres ir, lo entenderé—dijo con simpleza.

—Por mí está bien.

—Excelente—casi exclamó—, alístate y te veo en una hora—salió corriendo de mi habitación, de repente regresó—¿Quieres tu teléfono?

El entrenador se había encargado de mis cosas. Ahora mismo quería alejarme un momento de todo—No, ¿podría cuidármelo? —asintió.

Quise irme lo más sencilla que pude, me puse un top corset de mezclilla, este se abrochaba por enfrente; tenía muchos botones, una falda suelta con una abertura adelante, para esconder la férula que estaba en mi tobillo, agregué unas botas negras altas, aun así se notaba.

Todo por culpa de ese idiota, mis piernas no resaltaban como me gustaría, maldije. Como quiera, no me cambiaría porque me había tardado mucho ponerme lo que llevaba. Tocaron a la puerta y grité que pasaran; por nada del mundo iba a levantarme.

—¿Cómo está nuestra linda capitana? — Todos los chicos estaban ahí muy contentos.

—¿Cómo me veo? —les pedí su opinión—y no mientan.

—Hermosa como siempre—Jeremy me sonrió y lo vi con cansancio.

—Ayúdame—me recargué en él y frente al espejo suspiré—¡Me veo horrible!

—No es verdad—me contradijeron de inmediato.

—¡Ni siquiera me puedo mover sola! — Estaba a punto de explotar.

—Para eso nos tienes a nosotros, para ayudarte—me volví a sentar en la cama.

—Tal vez si me quito...—intenté deshacerme de esa cosa que cubría mis lindos pies.

—¡No! — Los chicos se me vinieron encima.

—El entrenador ya casi está listo—, ellos pensaban que con eso me tranquilizaría.

—Llámenlo—les ordenó Ryan a los demás.

Ahora todos estaban distrayéndome con cosas tan absurdas. No quiero estar un segundo más en esa habitación y se los hago saber, ellos no sé de dónde, pero minutos después traen una silla de ruedas.

—Yo puedo sola—los aparto cuando no encuentran la manera de cómo subirme a ella, todos buscaban una forma de hacerlo sin tocarme, hasta me dieron ternura.

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