Capítulo 35

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Desconocido.

Admirar a Hayley desde la oscuridad se ha convertido en mi pasatiempo favorito. Observarla y descubrir esas facetas que no le muestra a nadie es en verdad fascinante. Y más en estos momentos, ya que por algunas situaciones no he estado tan al pendiente como se merece esa pelirroja. No me he puesto en contacto y no sé cómo se pondrá cuando aparezca como si nada, lo he hecho antes, pero está vez es diferente, está es una situación delicada para ella, que no debí permitir que enfrentara sola. Tiene un carácter que no cualquiera soporta. Sonrío solo con pensarla y mi corazón se altera y eso que no la tengo cerca, aunque lo deseé tanto y quiera tenerla conmigo, ahora no es el mejor momento.

Me sigue sorprendiendo su terquedad; cuando se le mete algo en esa cabecita pequeña que tiene es muy difícil que alguien la haga cambiar de opinión; se aferra hasta que todo salga como ella quiere; es tan perfeccionista que comete locuras. A veces no todo sale como deseamos, aunque nos esforcemos en ello, pero ese no es el caso de mi Hayley. Ella no conoce la palabra rendirse y como a mí me encanta verla feliz, muchas veces tengo que intervenir y cumplir sus deseos sin que ella se de cuenta. Complacerla es lo que mejor se hacer.

Lo seguiría haciendo todas las veces que lo requiera, por una simple razón: estoy dispuesto a todo por mi mujer; no hay nada ni nadie en el mundo que pueda detenerme. Hayley se había convertido en la única, por lo que yo sería capaz hasta de lo imposible. Ella podía hacer lo que quisiera las veces que lo quisiera, incluso conmigo, porque yo era completamente suyo.

Cómo justo ahora, lo que iba a hacer era un claro ejemplo de mis palabras. Bajo del auto cuando veo que Hayley ya se quedó dormida. Lo sé porque en su auto ya no se ve ni una luz. Sí, esa chica astuta que a veces no lo es estaba durmiendo ahí, cuando fácilmente puede ir a su departamento y descansar cómoda, pero al parecer no quería alejarse del hospital. ¿Está más claro lo que dije antes? Le habían prohibido la entrada y no se lo tomó para nada bien. Parecía que quería armar una huelga todo por ingresar. No quería que siguiera con esto; todo este ambiente no era bueno para su salud y ahora le interesaban más otras cosas que ella misma.

No me agradaba para nada está situación, pero por ahora debía ser así; Hayley debe estar lejos del hospital por su bien. También porque tenía que encargarme de algunos asuntos antes de que ella volviera a entrar; más bien debía solucionar y deshacerme de lo que no sirve. Bajo la capucha de la sudadera que llevo y antes me he quitado lo que cubre mi rostro. No lo necesito para lo que haré.

Con las manos en los bolsillos de mi pantalón, camino hacia la entrada del hospital. El estacionamiento se encuentra desolado por lo tarde que es, los faroles de luz no ayudan mucho y hay pocos autos aparcados. Algunos doctores me saludan y no regreso el gesto; no tengo por qué hacerlo. Las puertas transparentes se abren automáticamente y como siempre llamo la atención, las enfermeras me coquetean con la mirada y no las culpo; no ves todos los días a alguien tan perfecto como yo.

Nadie me dice nada o mejor dicho, nadie se atreve; Ninguno aquí me puede decir lo que puedo y lo que no puedo hacer, porque saben bien las consecuencias; yo no tengo que pedir permiso o recibir una invitación para venir, porque todo aquí me pertenece y todos lo saben.

—Ya está todo listo, señor —mi mano derecha me alcanza en los pasillos, ni siquiera me molesto en mirarlo y voy hacia mi primer destino.

Escuchar tantos lloriqueos de bebés me fastidia y me da jaqueca. Una enfermera cierra la puerta de la habitación de los cuneros para que el ruido no salga, pero es inútil. Miro con atención cada bebé a través del cristal; hago mala cara cuando veo cómo alguien que es encargada de esta área sostiene en sus brazos a un bebé y luego este le vomita encima, ¿cómo puede soportarlo? Luce tan tranquila y sonríe por alguna extraña razón; sin duda está loca.

Nuestro Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora