Capítulo 33

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Con el corazón en la mano, aún veo a Lucas alejarse de mí; tengo dos opciones: ir detrás de él y obligarlo a que me escuche o ir con Lizbeth y protegerla. Veo hacia ambos lados por donde se ha ido ella y por donde se fue él. Debo tomar una decisión. Me cuesta hacerlo, pero en mi mente está claro para mí que es más importante. Tal vez me arrepienta, pero en estos instantes no es Lizbeth quien me necesita, es ese bebé que está dentro de ella.

Sigo el camino por donde Emma se la ha llevado. Algo dentro de mí aún quiere darse la vuelta y correr hacia Lucas, pero tengo dignidad y orgullo y no pienso ir detrás de alguien que me ha lastimado, al menos no ahora. Me detengo para poder respirar; he corrido tan rápido por el lugar y no la he encontrado; en verdad estoy asustada de que le haya pasado algo. Escucho unos gritos que vienen del estacionamiento de la finca y es como si el mismo destino me dijera que ahí está lo que busco.

Llega un momento en que me harto de los tacones y los aviento lejos; me importa poco ir descalza por ahí. Vuelvo a respirar al ver que Lizbeth no está sola, pero el ambiente no es el adecuado; sus padres han iniciado una discusión con los Jones que no terminará bien.

Mis padres hacen de todo para calmar la situación. Al igual que Emma y Thomas, él que parece no saber cómo ayudar es Peter. Me voy directamente a Lizbeth, que ha estado en un rinconcito como si estuviera escondiéndose de la realidad. Está muy pálida y sudando; tengo que tomar su rostro entre mis manos para que me vea y me preocupa que tardó en reconocerme.

No le está haciendo nada bien todo esto; mi paciencia se acaba, ya que a mi lado no han dejado de gritar. Llamo a Peter para pedirle su chamarra y ponérsela a Lizbeth, que no deja de temblar y parecía en shock, demonios, todo lo que se causó solo por ese idiota, sí, por supuesto que estaba molesta con él y no se la acabaría cuando lo viera. Ahora es mi enojo actuando y hablando.

—¡Ya basta!—mi grito hace que todos me volteen a ver—¡¿no se dan cuenta?! ¡Su estupida pelea la está afectando! — Por fin le ponen la atención que se merece a Lizbeth—¡Todo esto le hace daño al bebé! ¡Detengan sus idioteces y enfóquense en lo que es importante!

El bebé era lo único que ahora debería importarnos a todos; él debía estar bien. Me importa poco sonar maleducada, pero le hablo a todos sin rodeos, le ordeno a los papás de Lizbeth y los Jones a que la lleven al hospital para que le hagan una revisión, para descartar cualquier cosa y nos avisen si hay una novedad, mientras que los demás nos encargamos de recoger todo lo que está en la finca, sin duda los regalos que los invitados han llevado servirán cuando el bebé nazca.

Fue una noche difícil. Después de regresar al departamento estuve al pendiente cada minuto por si recibíamos noticias de Lizbeth. Todos teníamos el corazón en la boca porque, claro, no era la única que la había visto mal. De solo imaginar que la vida del bebé estaba en peligro, me daban ganas de llorar. Esperamos por horas en la sala de estar; nadie decía nada, ni Emma y Peter, y eso que ellos nunca dejaban de hablar. Pudimos estar más tranquilos cuando Alex nos llamó y nos avisó que todo estaba bien. Aún así ella se quedó en observación, pero estaba estable y fuera de peligro.

Nos dijeron que le darían el alta al día siguiente y que no se separarían de ella. Con eso logramos irnos a dormir. Independientemente de lo que pasó y de lo que se dijo en ese video, sabía, más bien estaba segura de que a todos no nos importaba en lo absoluto; por supuesto que me incluía; ese bebé que estaba en camino era parte de la familia, era un Jones y lo queríamos y por supuesto que nadie dejaría que le pasara nada malo. Sin haber nacido se había apoderado del corazón de cada uno de nosotros, y eso nada ni nadie lo haría cambiar.

Mi primera intención que tuve desde que salió el sol era ir a ver a Lizbeth, pero como aún tenía responsabilidades que no podía dejar pasar así porque sí, fui a la universidad, mamá hizo un gran gesto de levantarnos a todos como si fuéramos niños pequeños, nos hizo el desayuno y nos ordenó terminarnos todo. Ahí estábamos, en la mesa con un gran buffet; compartimos un gran momento de risas y anécdotas que surgían de la nada; quedamos satisfechos de inmediato y luego mis dos padres nos llevaron, se despidieron y dijeron que los esperáramos porque vendrían por nosotros. Me pareció lindo que en todo momento a los demás los trataron como si también fueran sus hijos.

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