Capítulo 5

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—Buenos días, señorita. ¿Podemos pasar? —preguntaron al otro lado de la puerta.

—Sí—murmuré sin abrir los ojos.

Saqué una de mis manos de las sábanas y la dirigí al buró en busca de mi teléfono. En el intento, mi mano chocó con algo y eso cayó al suelo estrellándose enseguida. Suspiré en frustración, quité las sábanas de mi cabeza y abrí los ojos lentamente mientras me acostumbraba a la luz del sol que entraba por la ventana.

—¿Está bien, señorita? —dijeron a mi lado.

Asentí pasando una mano por mi cara. Dirigí mi vista a la persona que había hablado y me encontré con una chica que parecía de mi edad, llevaba un uniforme azul cielo y un mandil blanco.

Miré a mi alrededor y entonces recordé que no me encontraba en mi habitación, sino en la de Aarón, dirigí mi atención hacia la chica de nuevo y le dediqué una sonrisa.

Segundos después abrieron la puerta del baño y apareció una mujer de alrededor de unos cuarenta años que llevaba puesto el mismo uniforme y en sus manos tenía una escoba, un recogedor y un rollo de bolsas de plástico.

—Lamentamos despertarla, señorita —mencionó entregándole las cosas a la chica. La cual comenzó a recoger los pedazos de cristales de lo que parecía un vaso.

—De hecho, la que debería disculparse en realidad soy yo —desvié la mirada hacia los cristales.

—No te preocupes—le restó importancia—. Por cierto, alguien por error llevó tu ropa a la lavandería—se moraba molesta. Dirigió su vista hacia la chica y esta bajo la cabeza avergonzada—pero estará lista pronto—continuó regresando su mirada a mí.

—Está bien, gracias.

—Cuando termines, empiezas con la otra habitación—le susurró la mujer a la chica y esta asintió. La mujer regresó su atención nuevamente a mí y una sonrisa se formó en su rostro. —Señorita, si necesita algo, no dude en avisarme, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Tomé mi teléfono y busqué el contacto de Emma y la llamé, pero no respondió. Salí de la cama y le dediqué otra sonrisa a la chica, a la cual regresó el gesto tímidamente. Entré al baño y noté que cerca del lavamanos había una bolsa con algunos artículos de higiene nuevos. Lavé mi cara y cepillé mis dientes e intenté arreglar un poco mi cabello con las cosas que había en la bolsa, pero mientras lo hacía escuché:

—¡Ay! — Al abrir la puerta del baño, encontré a la chica en el suelo sosteniendo su mano izquierda. Al percatarme de que en el suelo y en su mandil había unas pequeñas manchas de sangre, me acerqué.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —le pregunté cuando me arrodillé frente a ella.

Ella no respondió ni me miré, solo asintió lentamente. Detuve mi vista en la mano que aún sostenía, la cual se encontraba sangrando.

—Oye...—murmuré. Intenté acercarme un poco más para observar mejor su mano y ayudarla, pero en cuanto lo hice, ella la apartó rápidamente.

—Estoy bien...—se levantó—: con permiso, señorita.

Antes de que llegara a la puerta, me detuve frente a ella, impidiendo que pasara. —Espera, no te puedes ir así. Permíteme ayudarte.

Por un momento no dijo nada, solo mantuvo su mirada en el suelo, pero unos segundos después se limpió las lágrimas con su otra mano y levantó su cabeza lentamente. —Está bien, gracias.

Le ayudé a sentarse en la cama y luego corrí al baño donde supuse que se encontraba el botiquín. Abrí todos los cajones hasta que por fin lo encontré. Antes de salir, lavé mis manos y las desinfecté. Cuando volví a salir, la encontré llorando en silencio.

Nuestro Destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora