Capítulo 27

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Desconocido.

—¡Despiértate, holgazán! —siento cómo me lanza algo y estoy a punto de ir a arrancarle la cabeza—¡Vamos, o perderemos el vuelo!

Me levanto de la cama y no tengo humor para estar soportando a nadie, bueno, hay cierta pelirroja que sería la excepción. Veo a esa persona que parece muy divertida desde el umbral de la puerta, sostiene una copa y tiene unas gafas negras, debe ser por la desvelada de anoche.

—¿Estás de mal humor? —finge un puchero. —Te recuerdo que la idea fue tuya, ¿alguna vez dejas de pensar en ella? — Quito a esa persona de mi camino y se ríe—tienes que admitir que la fiesta estuvo buena.

Me encuentro a una morena completamente desnuda a la mitad del pasillo, me sonríe coqueta y no le presto atención como si no existiera—¿No te quieres divertir, guapo? —me dice.

—No le hagas caso a este amargado—hablan a mis espaldas—, sigue guardándose para su chica.

—Sácala de mi casa—le ordeno—No la quiero ver de nuevo.

Hace un berrinche que no escucho, voy directo a la cocina y me preparo un café negro, necesitaré algo más fuerte, pensé. Estoy a punto de tomármelo cuando esa persona me lo quita y se lo bebe muy descaradamente.

—¿Cuál es el plan?

—Espero por tu bien que tu amiguita se haya ido ya—asiente quitándole importancia.

—Y yo espero que lo que sea que planees valga la pena, porque sabes bien que es mejor no hacerlo enojar.

—¿Desde cuándo te interesa lo que él quiere?

—Su advertencia no fue para ella, sino para nosotros—me recuerda—no quiero que ella sufra por tus estupideces.

—¿Ya te enamoraste? —Me burlo y pone mala cara.

—No se lo merece, no debiste involucrarla—me echa la culpa—. Ella es totalmente diferente a todos ellos, no tiene la culpa de estar rodeada de un montón de idiotas.

—A ella no le pasará nada, saldrá ilesa de todo esto—le prometí—; ella nunca estuvo incluida en nuestra venganza.

—Más te vale.

Desaparece y me apresuro a buscar todo lo que tengo que llevarme, el viaje es de pocos días, pero aún no tengo ni idea de dónde me llevaré todo mi equipo. Hayley saldría del país por la competencia y, como no pensaba arriesgarme, encontré la manera de estar cerca de ella en todo momento. Después de la amenaza que recibimos, no podía dejarla sola. Ese enfermo ya nos había descubierto y no se quedaría con los brazos cruzados. Lo conocía bien, encontraría la manera de herirnos por desobedecerlo e intervenir en el plan.

No me arrepentía de nada, aunque desde el inicio él me amenazó con no involucrarme con el objetivo. No pude evitarlo, ella es tan irresistible y no pude controlar mis instintos. Acercarme  tendría consecuencias, pero las enfrentaría todo con tal de que estuviera a mi lado, la necesitaba de una manera que nunca imaginé que sentiría por alguien, es como una droga que aunque sabes que está mal no puedes dejar de consumir.

Cuando estoy con ella se me olvida completamente todo, hasta las ganas de venganza, y me controlaba de una manera que, aunque me molestara, podría seguir haciéndolo las veces que se le den la gana y yo seguiría cediendo, me tenía de rodillas ante ella y sí, era mi debilidad y si quisiera, podría destruirme y yo no me quejaría.

—Siempre vamos tarde por tu culpa—se queja mientras arrastra su maleta.

—¿Te invité a venir? —me deja atrás.

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